por Samuel Cortés Hamdan
Es mentira, lo he conocido muchas veces: en el plantón del Paseo de la Reforma en 2006 lo escuché leer su libro 68 ante viandantes ávidos de respuestas políticas ante la crisis electoral desatada por los mínimos puntos porcentuales que separaban a López Obrador de Felipe Calderón, con ventaja para el panista que se convertiría en un criminal; lo vi andar la casa de la Brigada para Leer en Libertad en Mixcoac en una sesión de obsequio de libros a la que me convocó mi madre, que sigue las actividades de la organización en YouTube; lo escuché regañar a los muchachos de la Ibero que, concentrados en la Estela de Luz en 2012 en el marco del movimiento YoSoy132, querían despersonalizar la protesta y trascender la coyuntura electoral contra Peña Nieto, pero él sugirió no extraviarse en la importancia del proceso y señalar al enemigo inmediato: el PRI; y yo creo que en otras ocasiones que no puedo precisar ahora, pero que dan cuenta de su acción constante en la plaza pública, donde se hace la política, porque la historia la hacen los pueblos. Sólo que en esta ocasión, este octubre de 2021, pude hacerle unas preguntas: ¿qué va a pasar con el proyecto editorial del Fondo de Cultura Económica (FCE) si en 2024 gana la derecha?
Pues van a echar todo para atrás, nos van a mandar un burócrata, como antes, y se acabaron las maniobras como hasta ahora, me respondió. Y se va a la chingada el país. Pero queda la muestra de una política editorial capaz de nutrir en meses a la histórica Colección Popular, vender clásicos de panorama misceláneo por debajo de los 200 pesos y multiplicar el catálogo a paso veloz, con los hermanos Strugatsky, Los seis días del cóndor, Heinrich Böll, John Reed, el Upton Sinclair de la lucha laboral en Estados Unidos, el Ariel Dorfman contra el golpe de Estado en Chile, entre tantos otros, además de la reimpresión en el mismo marco de precios de clásicos de la colección como El corazón del hombre de Erich Fromm. Estábamos en el Centro Cultural Elena Garro convocados como parte del programa 21 para el 21, que regala en todo el país más de dos millones de ejemplares de tesoros nacionales de Inés Arredondo, Elena Garro, Guadalupe Dueñas, Carlos Monsiváis, Josefina Vicens, Guillermo Prieto, Rosario Castellanos: algunas de las grandes plumas, algunas de las mejores de este país entre los siglos XIX y XX. Y, yo no entendí bien, el volante en redes sociales incluía una invitación para escuchar a autores jóvenes publicados por el Fondo Editorial Tierra Adentro. Es el 5 de octubre de 2021 y la cita es a las 18:00 horas en esa casa de la hermosura, de los atardeceres privilegiados de la Prepa 6, como dijo José Agustín, que recomienda a los lectores, con cursilería que puede ser inmediatamente chocante, pero que igual expande ternura, llegar caminando.
“Esta es una librería de barrio, favor de llegar a pie”, reza un montículo de metal al inicio de la rampa de acceso: o nos conmovemos o nos sentimos mandados a la chingada. Pero igual es un recinto hermoso con gatos adhesivos recorriendo en dos dimensiones el fondo de los ventanales.

Los jóvenes autores (el Diego Rodríguez Landeros, autor del Desagüe, llegó tarde, pidió su lugar en la mesa pero ya no halló hueco para tomar la palabra) hablan rápidamente de sus obras, unos diez minutos, y están tal vez nerviosos o serios, y se siente bonito verlos ejercerse y al mismo tiempo no queda claro bien qué con el proyecto, pensé que los autores a los que se refería el cartel de invitación eran Ermilo Abreu Gómez y Octavio Paz, y luego el grillo del callo, Paco Ignacio Taibo II, acostumbrado a las audiencias callejeras y al golpeteo del diario Reforma, que más o menos le ha hecho marcaje personal lo que va del sexenio, toma la palabra y abarca los chistes, desplaza a los escritores de la mesa, acapara el flujo carismático de la presentación y da noticia de las intenciones de la política cultural de Tierra Adentro: que el Estado faculte que ser joven o inédito o desconocido o sin palancas —me acordé del Daniel Krauze que ganó el concurso anónimo de novela Sanborns en 2015, quién sabe si amparado en alguna alianza del sistema cultural, tras fallo del jurado integrado, entre otras luminarias de la honestidad intelectual, por Ángeles Mastretta y Francisco Martín Moreno, un reconocimiento novelesco dotado de 1 millón de pesos, por si el hijo del director de Letras Libres y guionista de Luis Miguel: la serie no había cenado— no sea una condena para los escritores de este país. Que la nueva novela, el nuevo cuento, el nuevo ensayo puedan ser publicados y leídos en espacios colectivos. Que los autores sean elegidos por criterios literarios, sin los requisitos obsoletos y oportunistas de las editoriales trasnacionales, como Planeta, la que premió a Krauze junior, que publican a autores afrodescendientes gay por la oportunidad biempensante de vender ejemplares en explotación de sus identidades y de las curiosidades coyunturales que las encumbran. Leer es un placer, pero sólo si se compran originales, dicen las trasnacionales con oportuna humildad. Y la piratería fomenta la trata de personas y el crimen organizado, dicen también estas altruistas empresas multimillonarias con oficinas en Nueva York y equipos jurídicos rabiosos, tan persuasivos que llevaron a Fernanda Melchor a homologar su discurso con el del pingüino: cómo que los pobres gastan en caguamas pero no en mis libros. Taibo se equipara con una anécdota: yo mismo fui un autor en busca de casa editorial —dice más o menos, parafraseo, no llevaba yo grabadora— y al componer novela policiaca encontré un nicho que me permitió ser publicado en el panorama literario nacional, tal vez pensando en su debut artístico en 1976 con Días de combate.
Y se permite los cacahuatazos, porque por eso confiamos en él, en su perspectiva política, y porque por eso cae bien el refugiado español: “Cuando heredamos Tierra Adentro era zona de desastre”, acusa al micrófono y narra bodegas repletas de volúmenes recién publicados sin estrategias ni intereses ni mecanismos aceitados para su distribución. Una biblioteca que no es fluida, escurriente, no es. Y se publicaba a los amigos de los amigos, a los apalancados, a los mini Krauze del sistema de padrinazgos, reclama el autor de Doña Eustolia blandió el cuchillo cebollero, cuentario sobre sindicalismo y luchas laborales en México, esos temas de flojera que no merecen cobertura periodística aun hoy, como en el caso de la huelga de Notimex, con más de 600 días sin solución. Después Diego —rumbo a las chelas obligadas posteriores a la presentación de libros— pedirá matizar: no todos los autores de Tierra Adentro son beneficiarios del priísmo de los cuates, dice. Y sí, el fondo editorial publicó a Diego Olavarría y a Emiliano Ruiz Parra en el sexenio anterior, el del regreso faraónico del PRI al Palacio Nacional, pero también cabe recordar que el Fondo de Cultura Económica en manos de José Carreño —quien fue jefe de prensa de Carlos Salinas de Gortari— organizó una charla de las simulaciones mitológicas con el entonces presidente Enrique Peña Nieto flanqueado por amigos de reconocida vena crítica contra el autoritarismo: Ciro Gómez Leyva, Pablo Hiriart, Pascal Beltrán del Río, Lilly Téllez, León Krauze y Denise Maerker. Conversaciones a Fondo, le llamaron. Claro, sí. Ya.
Una pantomima palaciega que, entre tantas otras cosas pero notoriamente en su comodidad, llevó al PRI a la derrota flagrante de las elecciones en 2018, un descalabro que probablemente aún no entienden, encapsulados en los estudios de televisión sin contacto con las transformaciones que, más allá de Taibo II y de la retórica de refundación de la autoproclamada cuarta transformación, en el pulso social, en la necesidad ciudadana, en la desesperación ante la catástrofe humanitaria, suceden en el país.
Luego el director del FCE recrimina a los autores jóvenes de la mesa su seriedad. Escriben bien pero aburren a la audiencia, insinúa, hay que sembrar jiribilla, hay que cultivar el carisma y la provocación, sugiere más o menos. Yo quiero preguntar entonces, desde el público, qué va a pasar con el proyecto editorial si en 2024 el PRI, el PAN o su candidato de unidad con Claudio X. González y Samuel García recuperan el gobierno federal, pero no me atrevo. Vengo investido como reportero espontáneo, pero no me atrevo: me falta callo. Entonces espero a la aglomeración para la fotografía, luego de que nos autorizan tomar cuatro títulos por persona, en la que nos piden alzar uno de nuestros ejemplares obsequiados del 21 para el 21, me coloco detrás del autor de Cuatro manos e hijo de otro escritor, Paco Ignacio Taibo I, historiador popular del cine, y, tras la captura de la imagen por Ezra Alcázar, ya por fin me atrevo a chacalear al novelista.

¿Qué pasa con el proceso de elección de candidato presidencial en Morena?, voy. Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal ya alzaron la mano, y Taibo responde que el proceso va a generar raspones innecesarios y desgastar al movimiento desde adentro, cuando la decisión podría tomarse desde la concordia, el fortalecimiento y la estrategia. Y mientras, que la oposición se agrupe y se ensalive los bigotes.
“Monreal no me late”, admite entonces. Y me corta la insistencia antes de que empiece a confesarme, tal vez, que apoya la investidura de Sheinbaum como candidata presidencial: como los abstemios, digo que no y me engancho con otra, reconoce tras activarse con las preguntas, pero recuerda devolverse a su rol de ese momento, que es presentar libros y grillar a las oficinas editoriales del Estado cuando lo regenteaba el tricolor. Y me deja solo.

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Samuel Cortés Hamdan (Guadalajara, 1988).
Licenciado en letras por la UNAM, ha trabajado como editor y reportero en distintos medios. Escribe sobre cine, lo que pasa en la calle, los reveses de la emoción y su apego a los accidentes del terreno, así como de libros que querrían su reedición. Prepara la publicación de su primer libro en autoedición y guarda otro inédito en un cajón. Twitter: @cilantrus
Imagen de portada: El director del FCE durante la presentación del libro Doce pacientes: Vida y muerte en el Hospital Bellevue, de Eric Manheimer, en la Feria del Libro del Zócalo 2021. Tomada del Twitter de Taibo II.
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