José Manuel Ríos Guerra, la sensatez de la risotada

por Moisés Castañeda Cuevas

A José Manuel Ríos Guerra (Tulancingo, 1980) le encanta abordar extremos por medio de su narrativa: del comportamiento cotidiano, de las contradicciones sociales, del tiempo y sus inflexiones. Lo valioso está en que no lo hace desde una solemnidad abrumante; al contrario, echa mano de un humor audaz y desenfadado, en ocasiones atroz, que sabe dar con la complejidad de los conflictos humanos sin caer en grandilocuencias ni en lugares comunes. Para lograr lo anterior emplea un estilo sobrio y espontáneo, el cual monta sobre estructuras perfectas que lo mismo conducen a la ternura que a la melancolía, a la carcajada que al escepticismo. De ahí que en su primer libro de cuentos, Yo no me llamo Manuel (2016), no haya una sola intención humorística sin ecos emocionales de raíz trágica. Pregunta el payaso Pipo en uno de los relatos: “¿Qué tiene alas y no vuela, ojos y no ve, pico y no pica?” Tras el silencio del público, responde: “¡Un pájaro muerto!”

Este año Ríos Guerra ganó el Premio Casa de las Américas en la categoría de cuento por su segundo libro, La literatura es cosa seria. Cabe destacar que, pese a no contar con el soporte de la industria editorial, este galardón figura entre los más prestigiosos del continente gracias a su férreo compromiso con las letras latinoamericanas desde hace más de medio siglo. Nombres como los de Enrique Lihn y Norberto Fuentes fueron impulsados por esta iniciativa cultural surgida casi a la par que la Revolución cubana. El jurado de esta edición, compuesto por Eugenio García Cuevas (República Dominicana), Beatriz García-Huidobro (Chile), Galo Mora Witt (Ecuador), Mauricio Orellana Suárez (El Salvador) y Rafael del Águila (Cuba), destacó, entre otros aspectos, que “el volumen se distingue por una referencialidad de su país bajo el imperio mediático global”, así como que “las tensiones que se generan al interior de estos relatos cobran diversas manifestaciones acerca de lo escurridizo y marginal que organiza lo social”.

Platicamos con el narrador hidalguense para darnos una idea más clara sobre su imaginario e inquietudes.

¿Cómo te acercaste a la literatura?
Empecé a leer por gusto en la preparatoria gracias a que tomé una materia que se llamaba Análisis y creación de textos. Arquímides, nuestro maestro, nos leía fragmentos de cuentos y poemas. Durante las clases yo no ponía mucha atención, pero cuando terminó el semestre me dio curiosidad saber cómo terminaban esas historias y me puse a buscar los cuentos que nos había leído.

¿En qué momento decidiste que querías ser escritor?
Casi desde que empecé a leer. Me gusta mucho Benedetti por la sencillez con la que cuenta sus historias. Muchas veces sentí que lo que él contaba ya me había pasado. Entonces, tras cada cuento que leía, me imaginaba que yo podía escribir historias parecidas. Pero no me puse a escribir inmediatamente, mi primer cuento lo hice cuando tenía 21 años.

¿Quiénes son tus autores de cabecera?
Leo mucho a Ibargüengoitia, Keret y Fonseca porque son escritores que me ayudan a escribir. Si me atoro en un cuento, leer algo de ellos me ayuda a soltarme. Pero en realidad me gusta leer un poco de todo. Me gusta leer filosofía y divulgación científica y lo que caiga.

¿Qué libros recientes te parecen importantes?
En música, literatura y cine sé que voy a estar siempre desactualizado. Libros recientes que me han gustado mucho y que creo que lo único que les falta para convertirse en clásicos es que pase el tiempo son Trabajos del reino, de Yuri Herrera, y El último lector, de David Toscana. Pero no son libros tan recientes. Los menciono porque se publicaron este siglo.

Cubierta del libro con que el hidalguense se hizo del Premio Estatal de Cuento Ricardo Garibay 2015.

¿Cómo nació Yo no me llamo Manuel?
En cuanto a la elección de los cuentos, ésta fue accidental. En el libro no aparecen todos los que yo tenía contemplados porque la convocatoria pedía que fueran inéditos. Así que algunos que originalmente iban a estar en este libro aparecerán en La literatura es cosa seria. Yo no me llamo Manuel compitió muchas veces con ese nombre y siempre perdió. Mi hermano me dijo que el nombre estaba salado. Entonces le puse La conjunción de los astros y las estrellas. Cuando gané el concurso, un amigo me dijo que el título era horroroso. Hablé a la Secretaría de Cultura en Hidalgo para preguntar si podía cambiarlo y me dijeron que de hecho el jurado había sugerido lo mismo.

¿De dónde parte la vena humorística de tu obra?
Yo quería escribir cuentos que hicieran pensar, que fueran solemnes. Quería cambiar el mundo. Pronto me di cuenta de que la literatura no podía hacer eso. Los primeros cuentos que llevé a talleres le daban risa a mis compañeros. Entonces fue un poco humor involuntario y ya después el humor que aparece en otros relatos es más buscado. A veces hasta me dan ataques de risa mientras los escribo o los leo en talleres, pero creo que con el paso del tiempo se pueden volver nostálgicos. Por ejemplo, en “La noche de los feos” todo lo cómico tiene un fondo triste que es la soledad del personaje.

¿Qué puentes hay entre tu trabajo y otras disciplinas artísticas?
Sobre todo hay puentes con el cine porque en mi escritura no hay muchas descripciones. Casi todo es acción. Además de que los personajes tampoco reflexionan mucho. Siempre muestran lo que piensan a través de lo que hacen.

¿Cómo vinculas lo literario con lo político?
Leer es una experiencia estética y no ética. La literatura muestra, no demuestra. Para que una obra tenga la tendencia política correcta, debe ser de calidad y eso automáticamente le dará esa tendencia porque estará mostrando las contradicciones de la sociedad en que vivimos (estoy citando de memoria lo que dice Benjamin en El autor como productor o por lo menos lo que yo interpreté de esa lectura). Y el mostrar esas contradicciones no provocará el cambio, porque ese cambio depende de otras cosas. Cualquier autor debe preocuparse por que su obra tenga la máxima calidad posible. Eso es más importante que contar historias que busquen moralizar o cambiar el modo de pensar de los lectores.

¿Cuál es tu opinión sobre los recientes cambios en el Fonca?
Yo voté por un cambio. Así que está bien que haya modificaciones. Ahora se está generando una narrativa, falsa por supuesto, de que se pretende criminalizar al artista. Si había despilfarro y corrupción en todas las dependencias públicas, cultura no era la excepción. Además, los escritores somos privilegiados. Yo no tuve el Fonca, pero sí la beca de la Fundación para las Letras Mexicanas y una beca estatal. En esas becas todos mis compañeros eran universitarios. Y muchos de ellos con una posición económica holgada. Algunos eran hijos de académicos, otros estudiaron en escuelas privadas y la mayoría sabía inglés, francés o alemán. Es decir que somos personas con los medios para conseguir trabajos mejor remunerados que el promedio. No se puede estar becado todo el tiempo. Si fuera así, de qué se escribiría. Kafka nunca tuvo un Fonca. Si alguien escribe sólo porque quiere ganarse una beca, mejor que no lo haga.

Durante el primer mes del año, la comunidad artística latinoamericana se mantiene a la expectativa de los resultados emitidos por la institución cubana.

¿Qué significa para ti el Premio Casa de las Américas?
Es un sueño realizado. De hecho, cuando me llegó el correo en donde me avisaban que había ganado, lo primero que pensé fue que era una broma. Y todavía no me lo creo.

¿Podrías adelantarnos algo sobre La literatura es cosa seria?
Es un libro donde hay mucho humor, como en el título anterior. Hay varios cuentos en que el deporte funciona como escenografía. En la mayoría de las historias se menciona el futbol, aunque también hay una de box y otra de futbol americano. Y también hay cuentos que son espejo del libro anterior, donde los personajes buscan cambiar su destino sin mucho éxito.

¿Tienes más proyectos en camino?
Estoy escribiendo una novela y, con unos amigos, una serie de televisión.

***
Moisés Castañeda Cuevas (Ciudad de México, 1987). Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Ha colaborado con Revista Literaria Monolito, Playboy México, Marabunta, Metrópoli Ficción, Pliego 16 y Larvaria.

Imagen principal: retrato cedido por el autor

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