por Samuel Cortés Hamdan
Alejo Carpentier imaginó un diluvio más sensato en el que concurren distintos dioses y culturas, y no únicamente la del Jehová del Monte Sinaí, en su cuento «Los advertidos»; Quentin Tarantino prefirió asesinar a Hitler en un cine con su Inglourious basterds; Max Aub resolvió el dolor de los exiliados republicanos al permitir que un mesero mexicano le metiera un plomazo al Generalísimo en su relato «La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco»; Enrique Lihn se burló del asedio estadounidense contra América Latina en 1973 —meses antes de que la CIA perpetrara el golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende— al confundir, humillar, inutilizar y aniquilar a Batman, policía disfrazado de ambigüedad moral, en su novela Batman en Chile...
Y Antonio Castro Leal, el último rector de la Universidad Nacional antes de la conquista de la autonomía en 1929, apuntaló desde la licencia del cuento la verdad por venir de que el ocio se sobrepondrá al trabajo, la búsqueda del alma será más importante que la riqueza en dólares, la canción a la guitarra alimentará más al ser humano que la máquina engrasada y el comercio interocéanico; y, por ende, Andalucía se convertirá en la capital del mundo, luego del desplazamiento de las culturas anglosajonas del escenario de la importancia, y que, efectivamente, sobajaron a su pragmatismo prácticamente a cada rincón del globo.
Pasará el tiempo histórico de la idolatría a la materia, que desacomoda fierros y grúas para evitar quedarse a solas con el espíritu, escribe Castro Leal, y devendrá la era en que lo relevante sea el placer de la distensión, de la creatividad en piel que inventa bailar y seducir, hincharse de ver arena, colorear cenizas, que se olvida bajo el fluido aceitoso de las emociones, de la creatividad gratuita, y escurre la tinta del derroche del conejo de la canción.

Y profetiza el autor en delicia de fábula:
«El imperialismo andaluz será más fuerte que ningún otro de la historia porque estará fundado no en la violencia, sino en la libre aceptación, en una convicción íntima de su superioridad que los demás pueblos no podrán sacudirse. Todo cambiará sobre la faz de la tierra. Lo que dominará en el comercio internacional será la exportación de cantares y melodías andaluzas, sin tarifas, sin cuotas, sin limitaciones».
¿Delirios improcedentes de quien también fue el primer director del Palacio de Bellas Artes? ¿Entusiastas equivocaciones sin sustento en La Realidad? ¿Transgresiones al designio ya bien trazado de la historia y su definición de protagonistas?
¿A qué alucinaciones pobres en datos históricos evidentes, entonces, corresponden las sugerencias del cuento «El imperialismo andaluz (Conferencia de Miguel Potosí en la Universidad de Jena)», publicado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1984?
A la facultad elástica, indómita, de la literatura para burlarse del poder.

Más que otra oportunidad para los negocios, la fama y la complacencia espejeada en un gremio cupular, la literatura es la reinvención del mundo: crítica adelantada que conciba lo posible; repudio al dominio vigente que se presume a sí mismo necesario y conservable; búsqueda del resquicio donde asoman las facultades de la vida que la propaganda, el discurso oficial y el armatoste del triunfalismo dejaron desestimadas.
El cuento es aquí, pues, una otredad liberadora que advierte: las cosas serán distintas y bailaremos sobre los huesos carcomidos del emperador hasta cuajar el cante jondo del equilibrio paciente. Revancha de los pospuestos: imperialismo andaluz.
Como sugirió Jim Jarmusch, la literatura, la poesía y el cine, el arte, la imaginación definen, trazan a la acuarela los límites del control: acotan al amo para rayonearle la nave.
Andalucía, región maltratada de España; último resquicio musulmán frente a la cristianización militar de la Península Ibérica consolidada en el siglo XV; tren al sur; tierra de Federico García Lorca y Vicente Aleixandre: venga a nosotros tu reino.

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Samuel Cortés Hamdan (Guadalajara, 1988)
Licenciado en letras por la UNAM, ha trabajado como editor y reportero en distintos medios. Escribe sobre cine, lo que pasa en la calle, los reveses de la emoción y su apego a los accidentes del terreno, así como de libros que querrían su reedición. Guarda un inédito en el cajón y prepara una edición de autor de su primer libro.
Twitter: @cilantrus
Imagen principal: dibujo de un visitante al Museo de Arte Islámico de Qatar, tomado de las redes sociales del recinto.