por Michelle Vázquez
“sou contadora de histórias e não romancista”
El ejercicio de contar supone dos partes conjuntadas, intercambiables y difusas: individuo y colectivo, o quién cuenta y quién escucha. La historia se narra para ser conservada mediante la experiencia de quien la escuchó y ahora la transmite, de manera que ésta se nutre y transforma: un cuento nunca es el mismo.
Contar supone oralidad y oralidad me suena a doméstico, a íntimo. El uso de la voz para materializar y transmitir el secreto. La ritualidad que supone el contarse desde la vulnerabilidad y la complicidad explica el papel que las mujeres han tenido en esta actividad dentro de la tradición oral y, sobre todo, en los ritos de paso de niña a mujer.
Marita de Sterck recoge en su antología varios de estos relatos, que califica como “bastante atrevidos” y cuya función social es instruir a las siguientes generaciones en cuestiones de amor y erotismo.
Desde este lugar de enunciación es que Paulina Chiziane, la primera mujer mozambiqueña en escribir una novela, nos comparte sus vivencias: un susurro de prácticas milenarias que se propagan para revelarnos lo que estaba oculto. De entre sus múltiples novelas, Niketche. Una historia de poligamia (Lisboa, Caminho, 2002) es la que me ha transformado más profundamente.

El título nos adelanta gran parte del argumento: Rami, la protagonista, descubre que su marido, Tony, es polígamo. La primera esposa decide enfrentarse a sus rivales para conservar a su marido, pero es en estos encuentros en que todo lo que pensamos prever desde la mirada patriarcal de relacionarnos entre mujeres se disipa para mostrarnos la fortaleza que entraña la sororidad y los espacios de intercambio puramente femeninos.
A lo largo de la novela podemos ver cómo las cinco mujeres van transformándose y apropiándose de lugares metafóricos donde la palabra transmitida supone una fuente de poder que empieza por la propia y que es representada en un singular monólogo que tiene Rami con su yo del espejo:
“—Oh, espejo mío, ¿qué piensas de mí? ¿Debo renovarme?
“—Renuévate, pero antes busca una escoba y barre la basura que tienes dentro del pecho. Barre las locuras que tienes dentro de la mente, barre, barre todo. Libérate. Solo así vivirás la felicidad que mereces.
“—Dime, espejo mío: ¿dónde fallé? ¿Seré feliz algún día con esas mujeres alrededor de mi marido?
“—Piensa bien, amiga mía: ¿serán las otras mujeres las culpables de esta situación? ¿Serán los hombres inocentes?” (p. 33)
La palabra compartida, que se manifiesta en todas las conversaciones que tiene Rami con cada una de las cuatro esposas, comienza siendo amarga, hiere; la situación de las mujeres con respecto a la de los hombres nunca es equitativa, siempre es jerárquica, supone sumisión y resignación. No obstante, poco a poco, esta misma palabra se va volviendo acompañamiento, reflexión, alimento y amistad; un impulso cuya consecuencia más palpable es que Tony, el marido de todas, pasa a segundo plano, dejando sitio para las ambiciones personales. Las cinco hermanas, como empiezan a llamarse, dejan de ser astros que giran alrededor de un mismo hombre para convertirse en el centro de su propia existencia.

Por otro lado, la primera parte del título nos presenta el poder de lo erótico. Niketche es el nombre de una danza erótica ejecutada en el ritual de iniciación sexual femenina, la cual resulta fuertemente cargada de sensualidad y es propia de Nampula, en el norte de Mozambique. “—Una danza nuestra, danza macua —explica Mauá—, una danza de amor que las jóvenes recién iniciadas ejecutan a los ojos del mundo para afirmar: somos mujeres. Maduras como frutas. ¡Estamos listas para la vida!” (p. 160)
En palabras de Audre Lorde, “lo erótico ofrece un manantial de fuerza inagotable y provocadora a la mujer que no teme descubrirlo”, es “una afirmación de la fuerza vital de las mujeres”. Lo erótico, contrario a lo que normalmente se piensa, no sólo abarca la parte sensual, sino todo lo que hacemos: la intensidad y la plenitud de nuestros actos. Lorde enfatiza que “las mujeres con tanto poder son peligrosas”, ya que una vez que se ha descubierto este poder “empezamos a exigir de nosotras mismas y de nuestros empeños vitales que aspiren al gozo que nos sabemos capaces de sentir”.
Para los macuas, la tribu más numerosa del norte de Mozambique, “la mujer es madre, reina y creadora del universo”. Las mujeres “son educadas para la vida y para el amor. Ellas son la brisa, la flor, el amor perfecto” (pp. 205 y 208); por otro lado, en el sur, “la voz de mujer sirve para arrullar a los niños al anochecer. La palabra de mujer no tiene autoridad. Aquí en el sur […] la mujer debe oír, cumplir, obedecer”. (p. 154) En el transcurso de la novela se aprecia el contraste que existe entre estas dos formas de habitar lo femenino y lo erótico, y cómo este intercambio de saberes entre mujeres alimenta constantemente su relación con ellas mismas y con las demás, estableciendo un contacto que les permite entablar conexiones desde el compartir más profundo.
El hecho de que Niketche sea un baile donde las mujeres se anuncian a la vida y sobre todo que la novela verse sobre las relaciones que entre ellas se tejen me lleva a pensar en la fuerza no sólo de los espacios compartidos exclusivos, sino también del poder de la experimentación corporal que nos permite explorar sensaciones ilimitadas.

Por último, me parece fundamental destacar el papel de la danza, que está siempre presente. Se manifiesta desde el título y se vuelve a ella constantemente durante el relato. Me atrevería a decir que la evolución de los personajes femeninos funge como una metáfora de Niketche, danza que, como ya se dijo, permite el tránsito de las mujeres, en este caso, hacia una condición autónoma e independiente. No obstante, lo que más me gustaría recalcar es el vínculo que une a la danza como actividad humana con lo erótico y lo femenino. Habitar el cuerpo a través de la danza implica recordar la capacidad que éste nos brinda para gozarnos y gozar la vida en conjunto: la danza ha sido siempre un acto de socialización. Lo erótico y lo femenino de la danza radican en los lugares que comparten, lugares de “ceremonia, representación: metáfora” (La llama doble).
“Celebro el amor y la vida. Bailo en torno a la vida y la muerte. Danzo a la tristeza y a la soledad. Piso hacia el fondo de la tierra todos los males que me torturan. La danza libera la mente de las preocupaciones del momento. La danza es una oración. En la danza celebro la vida mientras espero la muerte. ¿Por qué no bailas?
“Danzar. Danzar la derrota de mi adversario. Bailar en la fiesta de mi cumpleaños. Danzar sobre el coraje del enemigo. Bailar en el funeral de un ser querido. Danzar alrededor de la fogata en la víspera de un gran combate. Bailar es orar. Yo también quiero bailar. La vida es una gran danza”. (p. 16)

Nota: Las traducciones son de la autora, a quien le llegó el libro en físico por un amigo muy querido. Ella ha buscado incansablemente la novela en español para compartirla en México, pero no ha logrado hallarla. Aquí la novela en portugués.
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Michelle Vázquez. Orgullosa sagitariana, fan del arte contemporáneo y de las películas del llamado “cine de arte”. Tiene una relación amor-odio con la academia, pero encontró en la docencia una trinchera política. Piensa en la educación como un espacio de experimentación y diálogo que permite la interacción desde lugares más amables. Entre sus actividades favoritas están ser feminista, viajar, dormir, bailar y comer.
Twitter: @Mich3ll3_07
Imágenes de portada e interiores: VictorBalde
Collage: Cibele Nogueira y VictorBalde