“¿Existía en el mundo empresa más pura y ardua que cantar a la luna por venganza de la vida?”, escribió un joven de 34 años para la presentación en 1909 de un poemario suyo publicado en Buenos Aires.
El escritor se llama Leopoldo Lugones —una de las principales voces inventivas de la literatura latinoamericana, antecedente directo del Borges de los cuentos pluriculturales, lo mismo acerca de gauchos que de caballos árabes— y el libro es su Lunario sentimental, un experimento de vanguardia que hace de uno de los tópicos preferidos de la escritura poética, la luna, un motivo recurrente desde el cual ensayar cualquier variedad de descolgamientos audaces.
Señores míos, sea
La luna perentoria,
De esta dedicatoria
Timbre, blasón y oblea.
De ella toma, en efecto,
Con exclusivo modo,
Tema, sanción y todo
Mi lírico proyecto.
Compilado de técnicas y metros; reiteración obsesiva; aparición del modelo contaminado del libro, donde lo mismo hay verso octosílabo que prosa narrativa o llamado al teatro; maduración modernista de una tradición lírica remontada al mundo medieval, el Lunario sentimental es uno de los nudos centrales de la lírica de Lugones.
Puedes leer sus experimentos y juegos lunares aquí, un ejemplar rayoneado por algún editor anónimo, pero que, no obstante las tachaduras, permite disfrutar de uno de los momentos culminantes de la poesía latinoamericana.

Imagen de portada: Formas circulares. Sol y Luna, de Robert Delaunay.