El poeta peruano Juan Gonzalo Rose es un testigo de la convulsión.
Nacido en Barrios Altos, Lima, en 1927, pronto viajó a la ciudad sureña de Tacna, que apenas entonces volvió a la jurisdicción peruana luego de que Chile —tras su triunfo fratricida en la Guerra del Pacífico— la retuviera durante casi medio siglo. Hoy Tacna y Arica se miran como dos espejos incómodos, interrumpidos por un control migratorio.
En su primera juventud, se encontró inconforme con la crueldad del franquismo en España y solidario con la república mutilada; herido por el asesinato fascista de Federico García Lorca.
Como José María Arguedas, se formó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, uno de los nudos de pensamiento crítico y conflicto más relevantes de Nuestramérika.

Más adelante, en la década de 1950, a razón del ochenio de Manuel Odría, se exilió en México, donde escribió y publicó al cobijo del Fondo de Cultura Económica, monumental encuentro de tantas cosas.
Fallecido en 1983, al final de su vida lo aquejó una depresión intensa maridada con un alcoholismo autodestructivo.
Cultivante de una lírica de la ironía y la delicadeza, la profunda belleza configurada en sencillez, el recorrido como voluntad, el reclamo amatorio como conciencia en el cosmos, Rose abona a un siglo XX de la poesía peruana infinitamente delicioso, como no permite desmentir su principal patrono, el periodista de los poemas humanos que nació una vez que dios estuvo enfermo.
En su afán por constituir un archivo vago sobre la literatura latinoamericana, Altura desprendida dispone para su goce digital la antología personal Hallazgos y extravíos, originalmente publicada en México en 1968, y el nuclear Informe al rey y otros libros secretos, surgido en Lima un año después.
Y como dice él:
Degüella,
Dios de los Incrédulos y Dios de los que te aman,
degüella
al que contempla con desprecio
nuestra gleba,
al que intente
cazurro
transformar al Perú.

Todas las imágenes de obras plásticas que acompañan esta entrada fueron tomadas del acervo digital del Museo de Arte Contemporáneo de Lima. La que funciona como portada muestra el trabajo escultórico del vasco Eduardo Chillida.
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