por Rodolfo Ruiz Vázquez
A Vila-Matas lo leí hace años porque su nombre se multiplicaba en las librerías. He olvidado esas lecturas, sólo recuerdo que el autor logró interesarme más en los autores de culto que habitan como fantasmas sus novelas que en sus digresiones intertextuales. Es un mérito suyo, sin duda, el haber inventado —o quizá desarrollado al exceso— un género híbrido: la novela reseñística. Sin ir tan lejos, Borges había hecho algo semejante, pero tuvo el tino de ser breve y mordaz. Escribir sobre nuestras lecturas favoritas es un arma de doble filo: uno corre el riesgo de convertirse, a pesar suyo, en un difusor estilizado de la literatura.
A Alejandro Espinosa Fuentes lo leí, entre varias razones, porque el apellido compuesto del célebre novelista español aparece en la portada de Mundo anclado. Me pregunté qué hacía Vila-Matas prologando a un escritor tan joven, habiendo tantos novelistas de habla hispana a quienes habría podido honrar —o deshonrar— de ese modo. Esta curiosidad recelosa no habría sido un acicate suficiente de no ser por las benditas redes sociales. Cada vez que me asomaba a checar el conteo de corazoncitos en mi cuenta, la tómbola-algoritmo me lanzaba fotografías de un hombre mostrando sus más recientes adquisiciones en librerías a las que dedicaba, como de paso, un comentario laudatorio, desplegando en abanico los libros que estaba devorando esa semana, el escritorio desordenado donde ese hombre escribe novelas prologadas por grandes novelistas. Para mis adentros juzgaba tamaño exhibicionismo, que yo esperaría de un influencer y no de un hombre de letras, pero no me atreví a descalificar al autor hasta leerlo. He aquí la secuencia causal que me llevó a Mundo anclado.
El lector no necesita saber que Alejandro Espinosa Fuentes hizo una tesis sobre la obra de Bolaño para reconocer su admiración hacia Bolaño. El epígono es fiel al maestro sin caer en el calco. Hay una voz propia. O varias, como las que componen la polifonía de Los detectives salvajes, donde primero le toca el turno a García Madero, luego a Amadeo Salvatierra, luego a, luego a… Mundo anclado continúa ese cansino método de urdir una trama intercalando fragmentos narrativos en primera persona. Pero esta semejanza con el autor de culto es superficial (si bien reveladora). La verdadera huella bolañística está en el perfil de los personajes y en los ambientes que recrea, con pericia, Espinosa Fuentes. Digamos que los estudiantes borrachos, grifos, rebeldes y siempre geniales —eso sí— que se van de pinta y a parchar pero traen un libro asobarcado o la cita literaria exacta en la punta de la lengua, ahora tienen celulares, compran chelas en el oxxo y comparten la educación sentimental de los niños tardíamente noventeros (los Simpsons, Chabelo, los Pitufos). Viven (los tiempos cambian) en el México de las desapariciones, de los feminicidios, de las feministas y las feminazis, machacones tópicos de la literatura mexicana actual. Si el escenario defeño y toda su rica gama de motivos cutres, visto desde otros tantos ojos bohemios o simplemente enrojecidos por la mota, se adecuan a las circunstancias del brote epidémico de 2009, no falta el viajecito al norte del país (imprescindible guiño a Bolaño), aunque el motivo de la búsqueda sea distinto.

Hay novedad en Mundo anclado. Espinosa Fuentes se distingue del modelo con un estilo propio. Si los chistes cultistas no hacen gala de ausencia, hay que reconocer que el ingenio narrativo se despliega con destellos absurdos bastante bien logrados. Por otra parte, el conocimiento enciclopédico del autor queda patente a lo largo de la obra, y ahí también resplandece, quizá con demasiada chispa, el humor. Pero volvemos a lo mismo: ¿por qué se prolonga la estéril manía escritural del insider que, asumiendo el papel de outsider o de varios outsiders que no terminan de dar un paso al costado, critica el sistema literario y académico, lo parodia, exhibe sus corruptelas como si fuesen un hallazgo inaudito? Si me pidieran una microrreseña de Mundo anclado, diría que es el connubio entre Los detectives salvajes y El miedo a los animales.
Y creo que Serna viene muy a propósito en cuanto al resultado final. Mundo anclado es un buen thriller al que le sobra la faramalla intertextual, el alarde especulativo. Espinosa Fuentes tiene madera de best-seller, el ritmo de su prosa engancha, construye su relato con eficacia y organización, sus puntadas humorísticas nos hacen sonreír a menos que sintamos que ya las vimos en un meme: virtudes que, a su vez, hacen de Mundo anclado una novela de una sola lectura. Por eso, aun después de leerla, me sigo preguntando por qué Vila-Matas, el autor de novelas sobre autores de culto, el continuador de la escritura solipsista que tanto gusta o, al menos, tanto se promueve como el summum que debemos consumir para cultivarnos, se dignó prologar una cuasinovela negra que, sin la desmesura intelectual, podría ser tan divertida como El complot mongol (que, no hace falta decirlo, se menciona en las páginas de Mundo anclado).
Sin ser un detective salvaje, sospecho que el prólogo, la promoción bombástica de Mundo anclado y los numerosos premios que el autor suma en su haber tienen mucha relación con la destreza con que Espinosa Fuentes se relaciona y utiliza las redes sociales para promover su imagen autoral. Dicho esto, es un escritor competente, y supongo que asume su proceder —tanto artístico como publicitario— con absoluta conciencia. Lo cierto es que le ha dado frutos. Los resultados están a la vista. “Más que los principios, a mí me importan los finales”, confiesa un abogado corrupto en sus postrimerías y en las de la novela, en una suerte de dénouement policiaco que el autor aprovecha para ventilar, entre que sí y que no, entre bromas y veras, un clamor contra la injusticia, la impunidad, la ambición, las traiciones. Parece que a Espinosa Fuentes le importan más los finales o, jugando leguleyamente con las palabras, el fin más que la experiencia del periplo.

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Rodolfo Ruiz Vázquez (Ciudad de México, 1987). Narrador y ensayista. Escribe reseñas a cambio de pizzas.
La fotografía de portada fue indiscretamente tomada de las redes sociales del autor aludido.
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