Confirmen o desnieguen. Snif.
El trabajo plástico del Changosperros, a quien entrevistamos una vez en esta misma revista, ya es un lugar seguro del internet. Un espacio reconocible donde abrevan la ternura, la mala onda, la vibra rélax, la tensión mezquina, la vanidad inacabable, la hiriente incertidumbre y otras deliciosas emociones que nos atraviesan cuando somos reales.
Un monero que ha sabido seducir al exigente espacio brutal del internet para hacérsenos común, reconocido con sus changos y sus perros ¿feos?, ¿mal dibujados? Como quiera, elocuentes.

Pero además de dibujante de cartones rasposos, Carlos Dzul, el nombre civil detrás de aquella cuenta de instagram, es cuentista. Uno solvente, de las irreverencias, despreocupado de la corrección política y la tendencia contemporánea de la literatura a portarse bien y exhibirse dentro del relato como un adecuado sujeto de las indignaciones bien ponderadas. «Es una mina de oro, eso del rencor humano». En cambio, esta escritura ensaya un catálogo de momentos y escenarios donde ocurre la fea humanidad medio cariñosa, siempre accidentada, frágil, carcomida, y sólo a veces besucona.
Este escritor y humorista visual nos confió su libro Choto, autopublicado originalmente en 2021 y que disponemos íntegro en esta entrada de Altura desprendida para su disfrute.

«Torruco tiene un pie que se le está pudriendo. Es chaparro y pelirrojo, fuma mucha mota. Y avienta, cuando quiere lucirse, unos gargajos entre amarillos y verdes, bien chingones. Primero hace un ruido con la garganta, como de máquina trituradora, y luego PLATZ, dispara la madre esa, un pegoste multicolor del tamaño de una lima, contra el piso; entonces jala aire y se le infla el pecho. Las viejas cuando lo ven así, aventando el gargajo, se quedan instantáneamente enamoradas», se narra, por ejemplo, en uno de los relatos.
La poética que no desobedece tal vez no se ha dado cuenta, pero ha muerto antes de nacer.
Los cuentos de Dzul, afortunadamente, envenenados dardos breves, procuran otra cosa.

La fotografía de portada para este texto de divulgación comparte un grafiti encontrado al azar por Altura desprendida; así mismo, azarosamente, elegido para ostentar esta función de apertura al artículo presente, por si acaso propicia alguna conversación de afuera hacia adentro.
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