por Juan Schulz
En términos generales, los cineastas colaboran con muchas personas; los de teatro suelen tener muy elaborada su relación para trabajar con otra gente; lo mismo los músicos: están acostumbrados a fusionar su talento y provocar cosas únicas. Incluso la gente en ciencias sociales está habituada al trabajo en conjunto. En cambio, en el texto literario la colaboración suele ser más escasa (salvo en los procesos editoriales).
En este apunte sobre Jorge Luis Borges y la amistad trato de preguntarme qué lugar ocupó la amistad en él y sobre su rara tendencia a la colaboración de diversas maneras. En su ensayo “Nuestro pobre individualismo”, el escritor afirma que para los argentinos la amistad es una pasión. Las generalizaciones para determinar algún carácter nacional suelen ser una ilusión, pero para que la haya expuesto de manera tan tajante, algo de verdad soterrada debe haber en esa afirmación. Al menos pensemos que Argentina es un país donde se celebra el “Día del amigo” y, en mi impresión, en esta nación en la que resido, la amistad si no es una pasión, seguro que sí es una relación social casi tan importante como la familia.
En el caso de Borges, la amistad a veces corre paralela a la admiración, como fue el caso de dos personajes mayores en edad que él, a los cuales quiso y admiró: el inventivo pintor Xul Solar y el indistinguible Macedonio Fernández. Pero así como supo ver a la gente que le llevaba varios años, también tuvo pasión y cercanía por gente mucho más joven, como Estela Canto1 y Adolfo Bioy Casares. Dos escritores que dejaron libros importantes sobre él: Borges a contraluz, de Estela —recién reeditado— y el famoso Borges de Bioy. Dos amistades muy distintas: el poeta se quería casar con Canto y con ella no escribió nada en conjunto, aunque le dedicó el cuento “El aleph” (la cantidad de dedicatorias de Borges sería otro elemento para aumentar mi señalamiento de su afición por la amistad). Con Bioy Casares mantuvo una amistad muy cercana desde principios de la década de 1930 hasta su muerte. Con él, además de antologar algunos, escribió varios libros de cuentos, el guión de la película Los otros y hasta una publicidad de lácteos.

Para el lector del argentino estas no son novedades. Pero hay que pensarlo en perspectiva. ¿Qué otros artistas escribieron tantos libros en colaboración como él? ¿Es algo habitual? Hago una lista, por supuesto incompleta (que los investigadores académicos hagan lo exhaustivo): con Delia Ingenieros, Antiguas literaturas germánicas (1951); con la escritora Luisa Levinson (madre de Luisa Valenzuela) escribió el cuento “La hermana Eloísa” (1955); compiló el Manual de zoología fantástica con Margarita Guerrero (1957); presentó un ensayo sobre Lugones con Betina Edelberg; con Alicia Jurado: ¿Qué es el budismo?, en 1976, etcétera.
¿Qué autor en América Latina colaboró con tantas mujeres? Creo que ninguno. Al menos no uno importante. No se confunda el lector: no quiero hacer de Borges el progre que no fue. A estas alturas, no creo que sea necesario recordar al tipo torpe e ignorante respecto a los procesos sociales; prefiero preguntarme por la apertura de este genial escritor a la colaboración. El trabajo con mujeres fue temprano: su primer poemario, Fervor por Buenos Aires (1923), lo ilustró su hermana Norah y Silvina Ocampo hizo lo mismo para el tercero, Cuaderno de San Martín (1929), que le publicara su amigo mexicano Alfonso Reyes. La presencia de la madre, que mucho le ayudó y quizás mucho lo inhibió, por usar un eufemismo, permitiría todo un ensayo en sí mismo, pero no me interesa detenerme en nada, por eso sólo menciono de paso que también hay muchos amigos importantes en los que no voy ahondar: el comunista uruguayo Enrique Amorim o Manuel Peyrou, por mencionar algunos.
Otro elemento de colaboración de Borges fue la cantidad de prólogos y antologías que hizo. De la mítica editorial de ciencia ficción Minotauro hizo el prólogo para las Crónicas marcianas de Bradbury, el primer libro de la colección. El hombre encerrado en su biblioteca es un mito. Se me ocurren algunas hipótesis de por qué tenemos un Borges colaborativo. La ceguera no es una causa que me interese, pues antes de ella ya colaboraba, trabajaba en conjunto.

La amistad, en cambio, creo que es el elemento importante e inseparable de su vida. Quizás esté abusando de las periferias del libro, de lo biográfico antes que lo literario. Pero el mismo Borges creía que la amistad era un tema literario importante y muchas veces puso la amistad por encima de la literatura, como cuando le dijo a Bioy: “Está bien. Alicia Jurado es mejor que su libro y eso es lo que cuenta. La literatura no es tan importante… Más importante es la amistad”.
Si algún provecho puede llegar a tener este esbozo de chisme, sea para pensar con otra perspectiva las posibilidades entre la colaboración y la literatura. Al mismo tiempo, para no romantizar el asunto, también podríamos decir que los libros colaborativos de Borges no son los mejores; lo cierto es que también se puede decir que sus mejores libros no serían iguales si no hubieran sido afectados por la amistad (y las no correspondencias amorosas, como en el caso de Estela Canto). De cualquier modo, la literatura siempre será un gran pretexto para la amistad y la amistad, misterio fundamental que quizás nació antes que la palabra, es algo literario que vamos reinventando como si se tratara de un palimpsesto de memorias.
Nota
1. “Digo «amistad» porque para mí no fue otra cosa. Sobre mí él proyectó sus sueños o, mejor dicho, sus anhelos no conscientes de rebelión o de cambio”, anota la propia Canto.

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Juan Schulz nació en la Ciudad de México el 5 de junio de 1989 a las 11:30 de la noche. Escribe ensayos, cuentos, poesía e inicios de novelas. Ha obtenido algunos de esos reconocimientos que le sirven a los literatos para acumular capital cultural y ha participado en distintos proyectos que podría poner en un currículum elegante. La escritora Margaret Atwood dijo sobre él: “No tengo idea de quién es, no lo conozco”. Publica en Altura desprendida algunos apuntes.
Twitter: @JuanXulz
Todas las imágenes, en portada e interiores, son trabajos del pintor Xul Solar, tomados de artículos de divulgación del Ministerio de Cultura de Argentina. En la imagen principal se aprecia la ilustración de Solar para el prólogo de El idioma de los argentinos, libro de ensayos de Borges.
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