por Brenda Cedillo
Una voz que renuncia a ser aplastada por una condena de muerte y, en cambio, opta por combatir. Una voz que se defiende desde la sabiduría nocturna y abraza el pulso de la sangre rebelde. Una voz que se plantea desde su propia vulnerabilidad y alcanza una expresión superior de la fuerza. Una voz que con paciencia y autoconocimiento desarma el ruido de los enjambres violentos. Una voz inteligente, sensible, honesta, solidaria. Una voz como la de Brenda Cedillo. Una voz como la que habita entre el aullido de las grietas. Una voz que para Altura desprendida es necesario difundir para enriquecer el panorama poético actual y su discusión.
La presente selección del poemario El aullido de las grietas (Cooperativa Cebollas Agrias, 2022) cuenta con la autorización de la autora y del sello responsable de la edición. El libro puede adquirirse contactando a los editores de Cooperativa Cebollas Agrias por medio de redes sociales.
La Rosa a la Virgen de Guadalupe Soy manto estelar vulva de mil lunas que no eclipsan sino que nacen. Soy la tierra que cruje y hacer nacer montañas mientras dios permanece callado inmóvil y frío en el ensueño de su utopía fallida. Al persignarse me han tapado los labios pero mis manos color almendra se defienden de su sello. Mis ojos han oscurecido la diadema dorada de mi cabeza impuesta por su dedo cadavérico. Y mis cabellos se enredan a mi cuello descendiendo entre mis senos hasta trenzar mis piernas. Me atan, abriendo paso al cirio que llorará sobre mi piel. Permaneciendo así ¡qué importa el silencio de dios! no esperaré ya su respuesta ni al zalamero del espíritu santo llegar para agitar mi aliento: mis dedos también saben arrebatar mi sangre y humedecerse desde la entrepierna

Huida Decido que soy más que llanto y silencio -Melissa del Mar Podría huir o romper contra el llanto, el rojo grito que aguarda para encender todo lo escondido, lo no hallado en la densidad del agua. Podría correr al sur para ocultar la efervescente ira engullirla y pretender que su ácido no disuelve los huesos de mi voz. Podría seguir como objeto inerte esconder mi rabia ponerle llave al humo de su fuego, acallar su incómoda presencia y no dejar su huella en mis manos apretadas. Pero el camino nunca fue la huida de mí. La emprendí y como respuesta obtuve el torpe intento del silencio: la renuncia a la vida. La huida es la astilla invisible la resolana que todo lo carcome el moho en la carne podrida No crea, ni transforma, sólo te destruye. Elegí entonces la inquieta llama para aprender a gritar, luego a decir “agua” para expresar mi sed. Hasta emitir “duele” cuando el sol supura mis heridas. La única lección que deseo ahora olvidar es la de morderme los labios porque el temor me quiebra las rodillas

El vuelo de las mariposas a todas mis compañeras de lucha mujeres de mi familia, alumnas, conocidas y no conocidas, a aquellas que se atreven a desmontar el patriarcado día con día desde sus trincheras La espera es muerte, dicen los hombres y sucede que ellos no conocen la paciencia ni la muerte. La espera es menguar hacia la luna nueva. Pero los hombres no menguan cual mujer en lunas rojas ni saben preparar con caléndula su vientre. Ellos no conocen de eclipses ni a la Noche como abrigo del dolor. Sólo hablan no paran dicen “saber” de oscuridad, cuentan que la noche tenebrosa si te agarra descuidada te encaja los dientes te atraviesa por el culo y abandona en la nada. Mientras ellos matan y acusan a mariposas nocturnas de atraer la muerte. A esos, les decimos: sabemos de la cura que es la Noche con su ungüento lunar. Que ellos no saben de la espera. No saben de sazonar moles y tampoco cuidar a la niña que brota en llanto. Afirman ¡Es suficiente! que florecer en llanto NO está bien que el mundo NO se acaba y te coartan la tristeza. o que las niñas lindas no gimotean ni golpean a los niños que alzaron su falda. NO pasa nada aseguran creen saber que no pasa nada y te esconden el enojo para no volverlo a encontrar para que pasados los años calles mientras el niño grande vocifera encima de ti y patea con pesados juicios tu cuerpo para que no destruyas monumentos ni banderas y les permitas divertirse a cazar y mutilar mariposas. A esos que arrebatan la palabra y peroran de la espera como tumba No saben del refugio construido por Tristeza y aguardar por el ocaso. Pero una cosa recalcamos: Ustedes nunca más podrán quemar el vuelo de las mariposas

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Brenda Cedillo (Ciudad de México, 1997)
Egresada de Filosofía por la UNAM, ha colaborado en las antologías Contracanto, Ciudadela de Orfebres, Deambulante y Campanas del Brezo. Algunos poemas suyos fueron publicados en Enpoli, Tercera Vía, La Piraña y Aleteo Poético. Su primer libro de poesía lleva por título Los espejos del mundo (Proyecto Babel, UNAM, 2017). Actualmente colabora en la plataforma de literatura Tríada Primate con la columna de sentipensar poético y reseñas “Transgresiones” y da clases de filosofía e historia, además de talleres de escritura creativa dirigidos a mujeres.
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Imagen de portada: Leonora Carrington, El canto del gallo, 1950.