Reinaldo Arenas: la libertad, la furia y la irreverencia

por Montserrat Sánchez Romero

para Lázaro Gómez Carriles

Sin duda alguna, Reinaldo Arenas (1943-1990) ha sido más conocido por su faceta como militante anticastrista, pero su inconformidad no quedó restringida al régimen revolucionario, sino ante la vida misma, cuestión visible en la búsqueda por huir del espacio y del tiempo —tanto él como todos sus personajes principales—. En esta búsqueda constante del escape, nos encontramos con prácticas que devienen de ello y dan pie a una potencia liberadora pero trágica, y que va desde el exilio, la ficción como fuga y enfrentamiento a la realidad, la habilidad para escabullirse de las autoridades cubanas, los dos intentos de escape de la prisión cubana y, en última instancia, el suicidio del autor y la muerte de sus personajes. Además, la excepcionalidad y autenticidad de Reinaldo Arenas radicaron en la reivindicación y reafirmación del yo en el estigma y orgullo de la huida y la confrontación con el mundo, presente en su militancia como homosexual, en el desencanto social y en la irreverencia política.

Ante la necesidad de escapar y luego de los efectos del exilio tras el éxodo del Mariel, se sumó y acumuló el enojo de Reinaldo hacia un mundo que no sólo estaba circunscrito en el socialismo, sino también hacia muchas de las prácticas capitalistas que encontró en Estados Unidos y las relaciones interpersonales de carácter individualista y consumista que primaron en Nueva York y, en menor medida, en otras grandes ciudades. Esto repercutió tanto en su producción autoral como en su vida personal, aunque, dicho sea de paso, también ésta, la de su residencia estadounidense, fue su época más prolífica como escritor.

Eduardo Abela, El triunfo de la rumba, 1928.

La huida y el enojo llevaban una y otra vez al autor de Celestino antes del alba a dos extremos vertiginosos de la escritura y de la vida que se separaban y confluían: por un lado, la búsqueda de una total libertad humana frente al control gubernamental de la producción artística y de las relaciones vitales, pero en la que, ante tal exigencia, la libertad necesariamente tendría que quedar fuera de este mundo por estar viciado por la política y el ejercicio de un poder coercitivo, velado o autoritario (y que bien terminaría con la muerte ficcional de sus principales personajes en un mundo distópico, como lo sería el ciclo de novelas de la Pentagonía;1 con el desencanto radical ante la humanidad, presente en su autobiografía2 y luego de la que, al culminarla, se quitaría la vida por su carácter trágico y por ya no poder escribir más, producto de sus enfermedades y del sufrimiento en Cuba; o bien, con una ambivalencia entre la venganza y la emancipación desacralizada y resacralizada de la vida y la muerte que sólo he visto en El portero). Por el otro lado, se repite una y otra vez de manera alegórica la venganza y el castigo, sinónimo acaso de la Furia griega y virgiliana —por su amigo y maestro Virgilio Piñera— hacia los detentores del poder y los aliados de los opresores. Esto último lo encontramos en sus obras ficcionales, pero más explícita y literalmente en sus obras de no ficción, principalmente en los ensayos reunidos en Necesidad de libertad o la revista Mariel.

Dentro de estas temáticas, acaso las más recurrentes en sus testimonios políticos y en la crítica literaria, Reinaldo Arenas trazó una tradición en la que él mismo se sentía inmerso y en la que vinculó su obra con la literatura nacional cubana, aunque diaspórica y del ostracismo, en autores tales como José Martí, José Lezama Lima o Virgilio Piñera. Además de la hispana y latinoamericana, pero de carácter popular, porque según él dialoga con el pasado e imagina la resolución de los problemas del presente, dignificando así la vida. Con estos diálogos erigió una estética satírica y a la vez redentora que conectaría a su primera obra, El mundo alucinante, y a su personaje principal, fray Servando Teresa de Mier, con otras voces latinoamericanas, desde el romanticismo hasta autores de una época más contemporánea a él, como Luis Rafael Sánchez, Silvestre de Balboa, José Agustín, Manuel Puig y otros, ahora controversiales, como Octavio Paz y Mario Vargas Llosa. El fin de esto supondría insertar su experiencia vital en una cuestión sardónica de la existencia por medio de la crítica, la ira, la homosexualidad y la irreverencia frente al poder coercitivo.

Carlos Enríquez, El rapto de las mulatas, 1938.

La reafirmación del yo autoral en Arenas fue construyendo una cualidad emancipadora que, con el paso del tiempo y particularmente en el exilio, se fue trasladando a lo colectivo, más allá de que el mismo autor se identifique o se desmarque de éste por momentos, incluso en la misma obra, pues en este ejercicio constante de creación literaria la experiencia vital —propia y ajena— sirve como materia prima de la escritura y adquiere una dimensión expresiva única para representar la inconformidad hacia el mundo y la humanidad.

En cada una de sus obras, Reinaldo Arenas creó un juego de voces narrativas que manifiestan la imaginación y la sátira, a las que sumó el tono fúrico producido por los atropellos al ser humano. En todo su corpus vemos que el fin era liberar: no sólo liberarse él como escritor y como sujeto, sino que para nuestro autor cubano lo más importante era participar y conformar un arte democratizado para la expresión y la justicia social; en fin, una contribución para el futuro de la humanidad: un legado revolucionario que no estuviese ceñido a las ideologías y cuya ejemplaridad la encontró en la historia literaria de América Latina.

Retrato del novelista. Tomado del sitio opositor al castrismo CubaNet.

Notas

1. Ciclo de novelas conformado por Celestino antes del alba, El palacio de las blanquísimas mofetas, Otra vez el mar, El color del verano y El asalto.

2. Antes que anochezca.

***
Montserrat Sánchez Romero es licenciada en estudios latinoamericanos y editora independiente. Le gusta hacer cruces entre la literatura y la historia en América Latina (aunque eso no le guste a muchos historiadores). Su mayor debilidad son la literatura cubana y los personajes transgresores. Twitter: @CeuConC

Con excepción del retrato de Arenas, las imágenes de portada e interiores fueron tomadas de la página de Facebook del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.

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