Más que palabras (a modo de chistorete y no tanto)
Bailé pisando los sentidos
Evaporé todos sus significados
Pretendo hacer burbujas con las correspondencias
Le llamo momentos a las chicharras de las noches, hambre a la mano sudada.
Le llamo lenguaje al eco que implosiona
A todo cambio —que sigue— le quité el punto final
El árbol genealógico es una semilla de agua
Los Deberes los disolví junto con todos los dioses
Ahora la muerte es infinita.
Le llamo utopía a la inexistencia de los —ismos
Le llamo miedo al zumbido avispado de la conectividad desvinculada
Al poema no lo toco, es desde antes, de nadie para el pueblo y el arte es la calle para quien transita
Le llamo esencia al ceño de la vejez despierta
Le llamo aliento al humear del café molido
Le llamo moral a la risa burguesa de la política cuando se sigue a ciegas
La creación es saber maniobrar los sueños en un desierto universal
La caminata, idioma de luz en las mazmorras
Le llamo éxito al absurdo de creer en la abundancia
Le llamo suspiro al que ve aterrizar el verso como una estrella delante de sus ojos
Le llamo solitario al que se cree autorrealizado
Los monumentos son los silencios que se visten de rompevientos
Le llamo Occidente al que receta trastornos para vender los vendajes
Las despedidas son los perímetros de quienes no quieren devolverse en sentimientos
Los fines de semana son la hiperinflación de lo que está consumado
Angustia es que no haya perímetro que no tenga dueño
Le llamo deseo al que corre del sinfín de ataduras
Las imágenes son fortalezas de las personas que paran tormentas con los ojos
El ciclo es la recolección de una siembra es un lento atardecer en el campo
El amanecer es la historia ágrafa precolonial
La tercera persona del plural es la vida sin música
Le llamo llanto al borrador permanente
Le llamo agrio a la dificultad de pintar con imágenes las narraciones
Le llamo vida a la espera de un yerto corazón
Le llamo lágrima al pájaro que arranca la lágrima enterrada de mi abuelo
Le llamo olvidar a las horas taciturnas
Le llamo amor a quien lee con la luz de la luna
Le llamo niñez al rosado del cielo
Le llamo verdad al respiro de la tierra que nos toca
Le llamo belleza al callejón donde rieron los abuelos
Le llamo vocablo al juego

Imagen tomada del Museo de Historia Natural de la Ciudad de México.
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La ceniza
¿Hace cuánto tiempo que dejó de llover ceniza?
Aquella opaca y que en tiempos de brisa cobijó la hortaliza
Cayó con la fuerza del galope de un caballo
El odio se quedó como residuo de su legado
Fue protagonista en la guerra contra los Otros
Se enredaba en el pelo de los hijos de los soldados mientras se columpiaban en el árbol
Existieron solamente en la lágrima de los familiares antepasados que caminaron por el círculo cadavérico y desalmado
Las cenizas llegaron a la par de los blancos perfilados
Aparecieron a la luz de la luna durante los 6 años ojos asomados por trincheras
Seguimos matando lecciones de los que nunca aprendieron a partir de la culpa de los que ahora yacen muertos
Aunque sucumbidos estuvieron metidos entre rejas por los más deleznables de la humanidad
siguen representando espejos monstruos sedientos con colmillos afilados
La ceniza caía al son de los cañones, cascos y rifles
Los soldados en nuevas misiones pasaron sin sufrir, meados y sin cuidado
Dejando pies mojados y ojos hundidos en los surcos cavados por las alimañas sin compasión alguna
Hicieron de la tierra un mar de arena
Pintaron en nuestra especie la marcha más cruel
Me atormenta entre sueños la ceniza de sus presas que se unieron en la hoguera
¿Dejará de llover ceniza?
Dejaré de ver todo lo que asocio con ella que me quiebra por las noches dejándome como cristal

Fotografía tomada del Museo de la Caricatura de la Ciudad de México.
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Romina Ileana Izeta Kelly (Ciudad de México, 1996)
Estudiante de la licenciatura en idiomas en la Universidad Motolinía del Pedregal y coordinadora del Consejo de Cultura y Deporte de Amecameca, en el Estado de México. Feminista. Trabaja como docente especializada en lenguas extranjeras. Ha publicado en Punto en Línea, de la UNAM, y en la revista La Mascarada. En proceso de formación como poeta y traductora. Le gusta andar en bicicleta, escribir y a veces tender su cama.
Twitter: @VocabloLibre
La imagen de portada es una obra del dibujante Merlín, tomada del Museo de la Caricatura de la Ciudad de México.