por Jorge Islas Herrera
Qué fácil nos atrapa el destino. En la pista de baile hay un desfile de moda, un despliegue de farsa y una batalla de impostura. Al final de la pasarela está la barra y detrás Maurizio Gucci (Adam Driver). Todo inocente, todo cándido, toma el lugar del bartender para prepararle una bebida a su futura esposa, Patrizia Reggiani (Lady Gaga). Después de este momento, la suerte ya estaba echada y una de las caras de la moneda dictaba su sentencia inexorable.
Así comienza The House of Gucci (2021), el último filme del multipremiado y prolífico director Ridley Scott. Adaptación cinematográfica, la obra está basada en un libro de investigación de Sara Gay Forden, cuyo llamativo título reza La casa Gucci: Una historia sensacional de asesinatos, locura, glamour y codicia.
Después de esta escena con Driver y Gaga, todo es un engarzamiento de sucesos que no hacen otra cosa que engrosar el cordón para llevarnos al cabo de lo que ya estaba dicho y escrito. En este ámbito, todos los caminos llevan a Milán; sin embargo, de alguna forma ni el guion ni la dirección logran crear una historia única o acaso interesante: son más de dos horas en las que nos sacan a pasear pero no acabamos de llegar a ningún lado.

Claro que son de destacar las actuaciones de Adam Driver como Maurizio y de Al Pacino como Aldo Gucci, pero las buenas interpretaciones no salvan un guion que no explora a fondo ninguno de los senderos que propone. También es interesante el diseño de producción, que le da un toque brillante y moderno a la película (chic, en términos de moda) pero tampoco es suficiente.
Por el tema del filme esperaríamos que los vericuetos perfilaran una historia donde la estrategia palaciega, las traiciones o la mera vendetta familiar tuvieran mayor relevancia (tal vez estamos demasiado acostumbrados a seguir la trama barroca de series como Succesion o Game of Thrones, donde las facciones se desarrollan de manera profunda). No obstante, lo que sucede en pantalla es una concatenación de anécdotas que aderezan, pero que no se meten con el fondo del relato.
Se supone que la historia principal nos debería llevar a conocer la profundidad de los demonios que arrebatan la razón a Patrizia Reggiani; otra vertiente podría ser la profecía autocumplida de Maurizio tomando el poder a través del regicidio simbólico de su tío; la minuciosa venganza de Aldo y Paolo… pero no, no se va a poder, no se pudo. Al final, un despliegue de farsa es lo que ocurre en pantalla. No es lo mismo llegar al yermo en una hora y media que en 2 horas y 38 minutos. Scott, a pesar de sus grandezas pasadas, en esta ocasión nos deja con las ganas de transitar una historia digna de su nombre en los créditos.

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Jorge Islas Herrera (Estado de México, 1988) Estudió comunicación política en la UNAM y se dedica a crear narrativas y discursos. Diletante del lenguaje del cine y sus concomitancias con otras artes y con los mundos que habitamos. Ha colaborado en publicaciones de carácter cultural como F.I.L.M.E. y la revista De largo aliento.
Instagram: @jislas