Durante años ha pedido a la audiencia que tome ella misma el micrófono, además de sentarse en el suelo para aprender y continuar la tradición de los irreverentes en las aulas sagradas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en la Ciudad de México.
Entre otras cosas, participó en la performance que llamó a circundar la sede nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en Insurgentes norte, para repudiar al organismo político de la dictadura perfecta con una canción: “Los dinosaurios”, de Charly García, que en un rock melódico ejerce el lamento por las víctimas de desaparición del régimen de Rafael Videla en su natal Argentina. Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer, decreta el cantautor sudaca, y un joven en mezclilla le hizo eco ante los testigos de la necropolítica que asesinaron estudiantes en Tlatelolco y torturaron campesinos en Guerrero con miras a asfixiar el aliento de esperanza del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas, entre tantísimos otros crímenes de Estado en la dictadura perfecta.
Y anduvo otros que tantos lares. Es el poeta mexicano Rojo Córdova, quien en su nuevo paso saltimbanqui reúne su oficio de interventor de la solemnidad versificadora en un libro: 15 años. 15 textos rojos, coeditado en Quebec, Canadá, por Kodama Cartonera y Ediciones El Lirio, y salido apenas en el recientemente ido 2021.
“Los kodama son espíritus del bosque en la mitología japonesa. Su nombre puede significar eco, espíritu del árbol, bola pequeña o pequeño espíritu”, recuerda la cartonera en la página legal del compilado de una obra más bien escurrida en las polvaredas del tiempo.
“En la película de Miyazaki (se refieren a La princesa Mononoke), los kodama sólo se manifiestan cuando el bosque es puro y, al ser contaminado por el hombre, mueren y caen de los árboles como hojas fantasmas”, añade la antología de Córdova.

15 años. 15 textos rojos se antoja cuenta de un oficio artístico procurado, al menos, desde 2006 y que, muy en el gusto nacional de ir comiendo, se permite contradecir su propio esquema quinceañero con un pilón. Y más que índice propone un mapa; y más que prólogo, un aviso.
Córdova se confiesa crítico, medio opositor del soporte material de la literatura, llama al libro muro y al mismo tiempo se reconoce en necesidad de recogerse, de preservarse ante incertidumbres como la muerte misma o, digamos, una crisis planetaria ante el surgimiento y expansión de algún virus desconocido.
“Escúchame (florecer)(rizomar)(gritar) con los ojos…”, anota desde el Ajusco en la invitación a la lectura, sostenida en fotografías, ideogramas, juegos visuales, intervenciones del espacio en la página, accidentes, desigualdades, sin temor al mal gusto, a la ruptura de tono, a la arbitrariedad, a la cacofonía.
Buena, mala, regular, accidentada, horrible, vomitiva, torpe, insuficiente, campechana, navajeada, naca, quebradiza, fútil, incierta, la poesía se improvisa y se corrige, se devora a sí misma, se equivoca, se ensaya, se escribe de manera interminable y, aquí, en Rojo, renuncia a la autoproclamación de importancia académica para desnudarse en certezas de otra cosa: de trabajo con imperfecciones, de clavo que salta y sangra la mano y, en su incomodidad, nos recuerda que estamos vivos.
Y, mexicana, esta poesía rota es nuestra. Que los lectores elijan si la cristalizan como al higo o a la fe religiosa, si la pisotean, si la repudian, si la reescriben, si la fosilizan, si la olvidan, si la aroman, si la empluman, si la trasiegan. Si les habla.
“…sé que estás cubierta de oro y plata y nieves con basura con raspados, volovanes, versadores de Rapantla,
trenzas, tranzas, trocas,
pocas becas que da el Fonca…”

Altura desprendida se solidariza con el esfuerzo sincero de este escritor de las calles y la palabra hablada y dispone rutas para adquirir el material de Córdova. Existen tres: el formato impreso tradicional, el modelo en cartonera y la presentación digital.
La versión impresa puede adquirirse en línea en Editorial El Lirio, la versión cartonera puede enviarse vía correo postal a Tijuana, Estados Unidos o Canadá, y la versión digital puede descargarse en bandcamp, previo pago en Paypal.
Imagen principal: cortesía del artista. Retrato tomado por Lieven Symaeys en Bruselas.