por Karen Fabián
Seguramente la mayoría de ustedes conoce La historia del arte de Gombrich, libro de referencia que ha vendido millones de copias. Es una biblia en la que puede conocerse el devenir del arte, desde la prehistoria hasta el siglo XX. Pues ese tabique, que abarca más de 25 siglos, no incluye el trabajo de ninguna mujer.
Recuerdo que cuando adquirí mi ejemplar de bolsillo estaba tan contenta que no precisé la ausencia de creadoras… hasta que supe de la performance de María Gimeno titulada «Queridas viejas».
Se trata de una conferencia-performance en la que la artista “le hace sitio” a otras mujeres creadoras. Con un cuchillo de cocina, Gimeno abre espacios entre las páginas del libro de Gombrich para introducir la biografía y el trabajo de mujeres artistas, empezando por el siglo X y terminando en el año de publicación del libro: 1950.
En palabras de Gimeno, “la búsqueda de datos fiables antes de esa fecha [siglo X] es complicada”, por lo que sólo es posible subsanar el error deliberado del historiador a partir del año 900.
La razón por la que cuento esto es porque en los últimos días ha circulado el caso de Miguel Rosas, la persona detrás de la página de contenidos “Ignacio en deconstrucción”.
Se trata de un plagio a Nacho Progre, personaje creado por las feministas Cynthia Híjar y Carmina Warden en 2016 para burlarse de los vatos supuestamente deconstruidos, aliades y poetas malditos.
De acuerdo con lo que Híjar ha documentado en sus redes sociales, unos años después del nacimiento de Nacho Proge, Miguel y “su equipo” crearon a “Ignacio en deconstrucción”.
De hecho, el propio Miguel declaró que en 2018 él y sus colaboradores se valieron de la popularidad de Nacho Progre para “crear” un proyecto sobre deconstrucción masculina. En un video publicado en su página de Instagram el 5 de diciembre de este año, Miguel reconoció que utilizaron el nombre “Ignacio” para posicionarse. Y, de acuerdo con excolaboradoras suyas, Miguel aseguró que trabajó con Cynthia y Carmina en algún momento. Ellas han desmentido esto.
Pese a que Cynthia le escribió a Miguel en el 2019 para pedirle que no utilizara el nombre de Ignacio, hasta el momento la usurpación del nombre continúa; Miguel gaslighteó y ghosteó a las creadoras y no ha ofrecido una disculpa.
Por si fuera poco, a pesar de todas las pruebas que ha dado Cynthia contra el susodicho y de que el personaje de Nacho Progre está registrado, no falta quien cuestione que Híjar quiera monopolizar a los personajes, que eso no es plagio, que la originalidad no existe o que si los proyectos son distintos, toda vez que uno es comedia y el otro una “propuesta pedagógica” para erradicar esas violencias. La audacia.
Aquí es donde cobra sentido la mención a Gombrich. Durante muchos años los hombres han ocupado cada uno de los espacios del arte y a todas y todos nos parecía normal que así fuera. Sin embargo, cabe la posibilidad de que muchos de esos artistas robasen el trabajo de las mujeres que los rodeaban (o que lo silenciasen). Pero como ellos escribían la Historia con H mayúscula, no había manera de sospecharlo. O tal vez sí.
Las artes tienen ejemplos de sobra de mujeres cuyo trabajo o ideas fueron robadas por un hombre que ganó fama, reconocimiento y dinero (en ámbitos como la ciencia, la política y los oficios también ha pasado).
Entre los casos más sonados está el de la escultora Camille Claudel, a quien Auguste Rodin mantuvo siempre bajo su sombra, robando su trabajo bajo el pretexto de inspirarse en él y recibiendo todo el crédito y las ovaciones, hasta que la escultora decidió apartarse de Rodin para seguir su propio camino. Lamentablemente, su madre y hermano la recluyeron en un hospital psiquiátrico, en donde pasó los últimos 30 años de su vida sin poder crear.
Otro caso famoso es el de la pintora Margaret Keane, cuyos retratos de niños, mujeres y animales de enormes ojos tristes fueron robados por su esposo, Walter Keane, quien se atribuyó la autoría durante al menos 10 años.
Este caso es particularmente ilustrativo, toda vez que Keane vivió del trabajo de Margaret bajo el argumento de que ya era demasiado tarde para revelar la mentira. Y es que cuando ella lo descubrió, él se justificó diciendo que necesitaban el dinero. Así que la pintora, preocupada por su hija y ella misma si abandonaba al plagiador, tomó la decisión de guardar el secreto.
Más adelante volveré a este punto.

Afortunadamente, la pareja se separó en 1965 y Margaret le contó la verdad a un periodista de la agencia internacional de noticias United Press International (UPI), tras decidir que no volvería a mentir cuando le preguntaran sobre la autoría de los cuadros.
Con todo, el agraviado Keane alegó que ella le había sido infiel y que era una mentirosa compulsiva; y años más tarde, en un programa de televisión, declaró que Margaret se atribuyó la autoría de las pinturas porque pensaba que él había muerto.
La artista emprendió acciones legales contra Keane por difamación. Y luego de un juicio que duró varias semanas el juez les pidió a ambos que hicieran una pintura con las características típicas de los cuadros. Fue así como Margaret realizó un retrato en un lapso de 53 minutos, mientras que su exesposo se negó a la tarea por un supuesto problema en el hombro.
Margaret ganó el juicio y el juez ordenó a Walter el pago de una indemnización por cuatro millones de dólares, sanción que nunca pagó porque despilfarró la fortuna que amasó con el trabajo robado a la pintora.
También se rumora que la famosísima Fuente de Marcel Duchamp en realidad fue idea de Elsa von Freytag-Loringhoven, artista multidisciplinaria que murió en el olvido, mientras que Duchamp pasó a la historia como uno de los artistas más influyentes de todo el convulso siglo XX.

Este tipo de plagio es una forma de violencia muy específica y se llama bropropriating. También conocida como bropropriation, esta práctica alude a hombres que se apoderan de ideas propuestas originalmente por mujeres, llevándose el crédito y los laureles por ello.
Aquí llegamos a un punto interesante. Y es que, como ya lo mencioné arriba, varios listillos salieron a defender a Miguel alegando que él no plagió el trabajo de Cynthia (además de asegurar que son proyectos distintos y otras monsergas). Esto me lleva a preguntarme en qué se distinguen el plagio y el bropropriating. Trataré de responder a esa duda.
Primero vamos a la etimología. En su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, el filólogo Joan Coromines nos dice que la palabra plagio significa «apropiación de conceptos ajenos». Del latín plagium, que es propiamente «apropiación de esclavos ajenos» (!), éste a su vez deriva del griego plágios: «trapacero, engañoso».
Mientras que en el Diccionario del Español de México del Colegio de México la palabra plagio refiere al acto de plagiar a alguien o alguna idea o un texto de otra persona. En suma, parece que la palabra plagio significa robar a alguien ya sea una idea o un concepto, además de engañar mediante astucias y mentiras (trapacero). Esto hace que la diferencia entre el plagio y la bropropriation sea sutil y muy difícil de distinguir. Sin embargo, hay una distinción muy obvia: la bropropriation es una forma de violencia cometida por hombres exclusivamente contra mujeres.
Esto significa que una mujer que le roba una idea a otra mujer no hace bropropriating. Es una culera, sí, pero su violencia no puede nombrarse de esta manera. Es importante delimitar el alcance de la palabra para evitar confusiones futuras.
Volvamos al caso de la pintora Margaret Keane. Como ya les dije, cuando ella decidió contar la verdad sobre el robo de sus pinturas, su esposo alegó que ella le había sido infiel, que era una mentirosa compulsiva y hasta inventó que se atribuyó la autoría de las obras porque “creyó” que él había fallecido.

En las declaraciones de Keane para restarle credibilidad a su exesposa veo tres cosas. La primera es que para restarle credibilidad, la tildó de infiel, poniendo al centro la sexualidad de la pintora —y es que la sexualidad femenina ha sido utilizada socialmente para darnos o restarnos valor según conveniencia. Por ejemplo, las mujeres que cometen adulterio han sido víctimas de toda clase de violencias; incluso se dice que todavía hay regiones en donde la lapidación de mujeres por esas conductas es algo común. Entonces, ¿qué verdad puede haber en las palabras de una mujer infiel?
El segundo “argumento” que Keane utilizó para desacreditar a Margaret fue decir que ella era una mentirosa compulsiva. Y, según recuerdo, el arte del engaño ha sido históricamente atribuido a las mujeres: embusteras, hechiceras, brujas, durante siglos las mujeres han sido desacreditadas mediante esas argucias.
Es así que parece que el bropropriating se da en un terreno personal, siendo que es un problema estructural que se fortalece (y justifica) en la interpretación de que las mujeres exageramos, estamos histéricas y —más recientemente— somos feminazis y ya vemos machismo en todo.
Cuando Keane se atrevió a declarar en televisión que su esposa “creyó” que él había muerto y que entonces consideró que era el momento oportuno para atribuirse la autoría de las pinturas, lo hizo con la confianza de que una serie de creencias sobre las mujeres lo respaldaba.
Claro que no quiero decir que Keane era muy listo y entendía a la perfección las dinámicas sociales basadas en el género. Lo que digo es que, como hombre, creció con esas estructuras interiorizadas, por lo que, consciente o inconscientemente, se pudo beneficiar de ellas durante un tiempo.
El tercer punto que me llama la atención es que Walter convenció a Margaret de aceptar la mentira y entrarle al engaño bajo el argumento de que necesitaban el dinero. Y aquí llegamos a otra forma de violencia que, en mayor medida que los hombres, las mujeres han vivido durante años: la violencia económica.

Margaret accedió a solapar la mentira porque temía que si no lo hacía ella y su hija no tendrían los medios para subsistir. Jamás en ese momento se le ocurrió pensar que sus pinturas le permitirían conseguir ingresos para ella y su pequeña. Y aunque no puedo asegurar la razón de su creencia, me atrevo a decir que no creyó que podría salir adelante porque no contaba con una red de apoyo que le ayudara a creer lo contrario.
De esta manera, considero que en ambos casos, en el plagio y en el bropropriating, hay un silenciamiento de la persona detrás de la idea. Sin embargo, la bropropriation ha existido de forma silenciosa y normalizada durante siglos y prueba de ello es el libro de Gombrich. ¿O es neta que el historiador que realizó el libro más vergas de historia del arte no pudo encontrar el trabajo de ninguna mujer?
Mientras que hay leyes que reconocen la autoría como un derecho y cualquiera puede demandar por plagio cuando le roban una idea o el trabajo, la bropropriation se da dentro de un entramado que se sostiene mediante creencias de lo que son las mujeres, si son buenas o malas, mentirosas o infieles, y se acota al ámbito de lo personal. Además, se fortalece gracias a otros engranajes, como la academia que enaltece a los hombres en sus libros de historia pero no a las mujeres.
Por otro lado, ¿cuántas de nosotras no hemos hecho algún comentario o propuesta que nadie escuchó en una junta de trabajo (aquí habría que cuestionar por qué cuando una mujer habla nadie la toma en cuenta, pero si un hombre dice lo mismo todo el mundo le aplaude) y algún listillo la repitió como si fuera su idea y a todos les pareció grandioso? Pero cuando nosotras objetamos, nos dijeron exageradas, envidiosas o pendejas, como quien declara: “sí, pero es que él la mejoró”.

En el caso de Ignacio en deconstrucción, Miguel se ha dedicado a descalificar las acusaciones en su contra; ha tratado de hacernos creer que su proyecto es distinto a Nacho Progre; ha ignorado a Cynthia y a Carmina; se ha burlado diciendo que da la carita; acusa ser víctima de una campaña de odio en su contra y otras cosas absurdas.
Además, Cynthia ha denunciado una ola creciente de ataques en su contra tras denunciar a Miguel. A la performancera le han hecho slutshaming, la llamaron intensa y exagerada, le bajaron su cuenta de TikTok y, lo que es peor, no le han brindado una reparación del daño. Por no decir que no ha cobrado lo que Miguel por el uso de una idea de la que no es el creador. Es decir que Miguel se ha aprovechado de una estructura machista que, cada que una mujer intenta alzar la voz, la descalifica mediante mil artilugios, negándole el derecho a ser reconocida.
Entonces, ya para ir cerrando, neta les pregunto: ¿qué más pruebas necesitan de las creadoras para que les crean cuando acusan el robo de su trabajo? ¿Por qué les exigen siempre a ellas que los eduquen o que no exageren?
Finalmente, si les interesa saber qué es la originalidad, no le pregunten a Miguel: claramente es algo que no tiene.
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Karen Fabián (Ciudad de México, 1991)
Estudió filosofía en la UNAM y, después de un tiempo, se dio cuenta de que no le importaba la vida académica. En 2017 fundó la Liga Mexicana de Filosofighters, quizás el proyecto más bello de toda su perra vida. Ha publicado en revistas como Punto de partida, Crash y Mexican Times. Ama la música, pelearse con fachos en Twitter y armarla de pedo por todo. Actualmente trabaja en El Heraldo de México y sueña con ser periodista de investigación.
Twitter: @Karen_Fabian1
Imagen principal: Pintura de la bailarina y artista plástica Rosa Rolanda, tomada del Museo de Arte Moderno de México.
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