por Shanik Sánchez
¿Del juego al oráculo o del oráculo al juego? La literatura, podría aventurarme a decir, siempre ha sido una mezcla de ambos: la ambigüedad que nos impele a buscar el sentido de sus palabras, a encontrar “el mensaje”, eso que nos “quiso decir el autor”, porque nosotros, a su vez, esperamos hallar algo, respuestas, entre las páginas del libro que hemos decidido leer en ese momento. Hermenéutica.
Hacer de un oráculo un libro. De la oralidad a la escritura. Uno de los primeros oráculos escritos lo tenemos en la Biblia, en los textos sagrados de las diferentes civilizaciones que han poblado la Tierra.
Y hablando de creencias y religiones, esta necesidad consustancial al ser humano de auxilio divino, superior y misterioso ha llegado hasta nuestros días al extremo de la misa por internet, la lectura del tarot en línea, la elaboración de carta astral a distancia y la predicción de lo que se quiera por sms o vía telefónica: “¿Quieres saber tu futuro? Llama ahora mismo a Madame Sassu, todos tus problemas serán resueltos. ¿Buscas la felicidad, dinero? Llama a Madame Sassu y obtendrás las respuestas”.
Me pregunto cuándo y cómo un espacio de ficción como estos, un mundo posible, carnavalesco a la manera bajtiniana, que nos permitiera reconciliarnos con la realidad, logró coronarse entre una gran parte de la población como una verdad infalible de su existencia.
Parte de la exitosa “ludicidad” de Rayuela me parece que reside en ese juego. Pero resulta que esa característica que tanto sigue sorprendiendo a sus lectores ya se encontraba en textos anteriores del siglo XVII, como el adjudicado a Sor Juana Inés de la Cruz, Oráculo de los preguntones. En uno, el avión pintado en el suelo; en otro, los dados.
Libre asociación: el I-Ching y Farabeuf.

Antes de entrar a la maestría, trabajé seis meses en H2O, empresa cuyo giro consistía en desarrollar contenidos para sitios web, revistas y medios de comunicación en general. Yo tenía a mi cargo redactar a diario breves notas de farándula teen y nacional, así como horóscopos y consejos sentimentales que se subían a un portal para usuarios que habían contratado el servicio en sus dispositivos móviles.
Las cosas no han cambiado mucho desde el México novohispano. La “sortiaria”, adivinación de sucesos futuros a través de la suerte, fue uno de los métodos de predicción, junto con la geomancia, la hidromancia, la aeromancia, la piromancia, la espatulomancia y la quiromancia, todas ellas falsa astrología, cuyas publicaciones se agotaban tan pronto como salían a la venta.
Y pensar que cuando estamos en crisis cualquier cosa puede parecernos el remedio, sobre todo si se nos presenta de una manera difícil de comprender, indeterminada, oscura, reflejo de nuestro propio estado emocional y mental que nos ha orillado a recurrir incluso a lo que antes renegábamos. Hubiera sido más barato y confiable que estas personas se consiguieran una bola 8 mágica o al menos se divirtieran un rato con aquella Guía para la vida de Bart Simpson –viejos recuerdos de adolescencia–, a la manera que me imagino hicieron aquellos que se recrearon con el supuesto oráculo de la “Décima Musa”. A veces el mejor modo de afrontar el fracaso es a través del humor.
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Shanik Sánchez (Estado de México, 1989). Maestra en Literatura Mexicana. Amante del siglo XIX, los gatos y la buena comida. Es investigadora y editora en la Enciclopedia de la Literatura en México (Elem).
Imagen principal: tapa del juego de cartas Le Normand’s Mystic Cards of Fortune, McLoughlin Bros., Nueva York, 1887