,

La noche latina calor de estufa kerosene

Breve muestra de El final de la fiesta (2005), del chileno Pablo Paredes.

Tenía apenas 23 años cuando publicó el poemario El final de la fiesta, un entramado de ambigüedades, sordideces y dolores en el que resalta el temblor de un Chile postpinochetista, el calor desgarrado de la historia, una lucha por la gula, un elogio cariado de los periféricos —a la Néstor Perlongher—, la saturación de quien aprende a amar y desamar entre vísceras de ciudad y alguna forma de inocencia con tinte.

Pablo Paredes concurrió a la Ciudad de México en 2009 para participar en el encuentro de poetas iberoamericanos El vértigo de los aires. En ese contexto, durante un festejo de cierre en la hoy desarticulada cantina La Esperanza, del Centro Histórico, nos obsequió un ejemplar del libro editado en 2005 por La calabaza del diablo.

Y, aconsejado por Mayahuel, escribió esta dedicatoria: «Con el ❤ para la banda de la UNAM este final abrupto de Chile… el bar es el mar (mi única rima)».

En su afán de construir el asomo más plural posible a la multiforme poesía latinoamericana, Altura desprendida reúne esta breve selección del trabajo lírico de Paredes, sin autorización expresa de su autor.

Lo que aturde. José Venturelli, sin título, 1954-1955.

El último caracol

Un día se van a acabar los caracoles,
se van a convertir en cáscaras
y se le va a llenar el interior de ratones microscópicos

y yo me voy a acordar de las caritas en las vitrinas
y yo me voy a acordar de mis peluqueros travestis
ahora cuando mi cabello me toca las rodillas
y está asqueroso

Un día Lo Ovalle
va a dejar de ser la última estación
y el último caracol se va a morir de soledad,
la soledad es como sal
como una terrible tortuga.

El último caracol va a llorar sus lagrimitas brillantes
suplicando a los escolares
que vuelvan a jugar a los videos
que se acuerden de los felices que eran
cuando los daban vuelta.

Las bibliotecas esotéricas van a desaparecer.

La cola del caracol se retuerce con todas sus manicuristas,
con sus once poderes.

La señora de las fotocopias
también está llorando.

Los cachitos al sol,
demasiado al sol.

Se está quemando
nadie va a comprar tarjetas
nadie le va a tirar hojas.

Si no lo salvan los evangélicos
si no lo salvan los porno-videos,
se va a secar
se va a desplomar
como precioso monstruo gigante asesinado por Ultramán.

Quería ese Tokio en mi barrio,
no este Tokio que vendrá.

La nación larga y flaquita

El fracaso escritural de la nación larga y flaquita con gusanos en la guata, los desprendimientos de tierra que ensuciaron todo lo Peñalolen que podríamos haber sido, ese mal pololeo que se ha tenido con las instituciones, la Democracia, guachita griega tosiendo polvo, echándonos un mal polvo a cada uno de los sujetos de fragilidad marcada como en una caja. El levantamiento del yo y del me, el consumo excesivo de rock argentino ha instalado un río falso en donde ya no se ven los cuerpos de los desaparecidos, por eso hablamos así de esos cuerpecitos que antes tomaron once con nosotros, por eso el fracaso del lápiz pasta y el cierre de las minas de carbón, hablo del fracaso, de todo el fracaso que intuí con mi cabecita de niño metida por la reja viendo correr a las policías de Chile tras los delincuentes de Chile, con mi cabecita de niño leyendo La Familia la Propiedad Privada y el Estado como la más bella historia que podía leerse, la de las orgías indígenas, la de la consanguineidad y la sinsanguineidad, para terminar en las fiestas de la cultura, al final de las fiestas de la cultura en donde los niñitos se quedaban para darse botellazos en las nucas y mirar el chorrito de sangre derramada con tanta urgencia y autonomía, mientras las instituciones y la participación privada continuaba chorreando ese polvo feliz del bicentenario y la nación parecía un gran culo con talco largo y flaquito y la nueva escritura, esa erupción ácnica que decía 2000 como modelo de bicicleta, desorientándose en las escaleritas que tiraban los helicópteros para salvar del frío a los perros y las niñas aplastados por el alud de barro ese 3 Mayo de 1993.

La visita del papa

En las escuelitas nos hacían cantar mensajero de la vida, peregrino de la paz. Años más tarde vino Michael Jackson, años más tarde vino The Rolling Stones, antes de eso, sólo el Papa. Y el Régimen hizo llenar las calles de cruces gigantes como si al fin se le diese cristiana sepultura al muerto gigante de Chile.

Un poco de infancia todavía. Reinaldo Villaseñor, Figuras con manicero, 1952.

La Marinita

Niña chica le hago una animita
para que los asesinos traigan velas y juguetes viejos
para que me la llenen de cosas plásticas
para que le cambien favores
por las plaquitas de la mala ortografía.

Yo sé mi niña que está cansada,
ya no le voy a pedir ningún milagro,
yo sé que ya no es niña,
es un alma en pena envejeciéndose
es el fantasma que se está llenando de polvo
es el fantasma de mis vestidos
es el fantasma de un martes sangriento.

Yo sé mi niña que no quiere ser la princesa del Parque O’Higgins
yo sé que no quiere hablar con nadie
yo sé que odia a los que aman una muerte kitsh
yo sé que cada septiembre sale de su siniestra casita de colores
y se va a buscar el rostro de papá entre los peladitos excitados
con la marcha prusiana,
con la patria matona de infantes.

Yo sé mi niña que su padre la hizo mujer de un día para otro
sé que menstruó sólo una vez en la vida
y lo hizo desde su cuellito herido
mientras un hacha la dividía en dos partes
y usted parecía de esos corazones quebrados
que se regalan los amantes cuando se alejan.

Amérika

He pasado la noche en Amérika, pasé la noche bailando, bebiendo cosas que no conocía ni conozco, mostré mi corazón y a nadie le gustó. Recorrí Amérika como cojo, sólo hablé con travestis: italianas con hambre ángeles aztecas y pasé volando como cóndor, que no es más que una gallina cogote pelado pero que uno puede mirar de lejos. Bailé como un trompo que es el juguete que todavía tienen los pobres que tampoco tienen suburbio. Bailé hasta que le di calambres a los demás, me dio pena estar de este lado de Buenos Aires, de este lado de Santiago que me ladea, bailar es ladearse. Me acordé de todas las ciudades en que he estado, puras ciudades pobres, impuras ciudades pobres como bolsas de basura sobre un valle o un cerro. Me acercaba a la barra y tomaba vodka en Amérika y miraba todo lo rubio que sucedía, la orina muerta desbordándose, los ojos de polvo de los chicos, las caderitas rasguñadas de las chicas, me imaginé que era Chayane y después Paulina Rubio y un rato Sandro, después me quedé quieto mirando mi amérikabar que antes era morena y desperté en un auto volviendo, culebrita emplumada parecía, gusano peludo parecía. Hoy es fiesta en Amérika y ya no estoy.

Miss Universo

Yo quería ser la Miss Universo,
un astro precoz
que deja una estelita de leche paterna,
yo quería herir los ojos
como la luz de soldar,
yo quería ser utilizada por una Dictadura,
pero sólo parto a México
como quien parte al más bello de los mataderos
y el olor a tierra que me brota de estas manos sexuales
no es más que la confluencia
del olor a semen, vino y abandono;
pero que quede escrito
yo quería ser la Miss Universo.

Señorita cicatriz

Tengo tanto miedo de salir, señorita cicatriz.

Estuve mirando los cuerpos de los autos y mi cuerpo,
yo no me quiero morir, señorita cicatriz.

Las enfermedades venéreas
enredan el corazón para terminar trepándose por el pene.

Si me quisiera morir ahora, ahora estaría en esa calle,
en ese rincón,
pero aquí estoy tarde de marzo
mirando escolares por la ventana,
yo no me quiero morir, señorita cicatriz,
no desde esta debilidad
no desde este cuerpo,
no es una buena forma terminar así
no le quiero decir a mamá
que toqué el cielo y me envenené.

Postal de la famosa reelaboración a Frida Kahlo que emprendieron Las Yeguas del Apocalipsis, activistas contra la dictadura. Imagen de 1990.

Carteles del metro de Santiago

Me pegan en el metro porque me robo los carteles, me pegan porque tengo rabia de que no me dejen ser un papel en el suelo. La gente se enoja, cuida su rancho mantelito blanco olor a cloro, cuidan el orgullo de esta ciudad acobardada, se enojan porque quito la publicidad que nos viene cansando, se enojan porque esas campañas eran su solcito de invierno, se acercan y me pegan porque robo los carteles pegados en el suelo, bajo nuestro culo, dicen vamos para afuera y yo les digo que No, que no voy a salir para que me sigan pegando, les digo eso con el bolsito lleno de adhesivos inmundos que en la noche regalaré a la amiga que baile mejor.

Gracias por bailar conmigo

1.
Gracias por bailar conmigo, por chuparme la herida.
Estos brazos mongolos ya no piden que digan síndrome de down.
Gracias por bailar conmigo que estaba todo mojado,
esa canción no me gustaba, pero igual fue bonito,
debajo de la costra quedó casi igual como antes,
mejor que antes
porque ahora estoy más rosado,
a cierta gente le gusta acariciar las cicatrices
y yo me dejo no más
me quedo quietecito y feliz,
tan quietecito que la mano deja de verme
y quedo solo,
más solo que un dedo en la mano
de quien le han cercenado cuatro.

2.
Gracias por bailar conmigo
y decirme
princesa son las doce y sigue tan linda,
porque yo sé que soy feo,
que mi tamaño les da asco
que tengo escrito en la piel manchada
el viaje de la bisabuela desde Neuquén hasta Chile
que tengo escrito como infección en los poros
la cárcel del padre,
por eso te doy gracias por bailar conmigo
que escribo bonito,
pero tengo los días más contados que escritos,
que necesito pornografiar mi corazón,
que estoy rajado y chorreando,
que salpico
que ando hablando miserias
que estoy más curado que la chucha
y me pongo pesado,
rara vez cariñoso,
cariñoso significa calentón,
gracias por bailar conmigo,
por tocarme la espalda manchada de adolescencia
por hablarme en la oreja
por langüetiarme,
porque en ese langüetazo he descansado todos estos días,
con ese langüetazo tengo para harto tiempo,
porque resulta que mañana en vez de andar buscando
amor de rincón,
en vez de andar barnizando mi corazón guacho,
voy a hablar de ti,
lo único que voy a cambiar va a ser la canción,
voy a decir que el tema era Close to me de los Cure
y que el langüetazo no fue en la oreja sino en el sexo.

3.
Gracias por bailar conmigo, por chuparme la herida,
por evitar cualquier posteridad,
por llevarme
por estos ritmos que no siento ni entiendo,
yo nací en 1982,
en esos años parece que nadie bailaba,
parece que estuve ocho años solo
moviendo la patita
en una cuna que fue de otro,
gracias por bailar conmigo
que tengo el cuerpo horrible,
como un mapa físico de Chile.

Periferia

Tercer mundo mágico, países en miniatura. Yo vivo en una casa vieja que se la están comiendo las termitas que tienen sus nidos cinco metros bajo tierra en el Infierno.
Yo soy ése que corre en el peladero con la democracia,
yo soy la multicancha.

Peste cristal

El cuerpo lleno de peste cristal para que cuando caiga se quiebre. El corazón todavía se mea. Comprar juguetes usados es comprar juguetes desusados, toda mi vida la compré en la feria. El cuerpo pequeño y enfermo, comimos mugre, pero las mamás no nos retaron porque ellas cocinaron la mugre. El cuerpo lleno de granos de maíz, indios pequeños que se murieron por un resfriado, mi desgracia también la compré en la feria. Nos dijeron no coma con las manos cochinas cuando comimos con las manos negras. Nos dijeron échese talco en la picazón,
qué bueno que les dio en esta edad que no importa
qué bueno que les dio en esta edad que no importa.
Conquistado tan conquistado y mientras nos conquistaban nos dijeron échese talco en el picazón,
qué bueno que les dio en esta edad que no importa
qué bueno que les dio en esta edad que no importa.

¿Algo jovial? Israel Roa, sin título, en torno a 1970.

En una sola sala

Dijeron que no tenían cuerdas para darnos
así que volvimos con las espaldas vacías.

Repletas las escuelas municipales,
de nosotros repletas,
una banderita blanca, el omo de Chile,
brotaba desde los pechos,
paños rojos pegados con esperma,
una banderita blanca
toda miedosa atrapando aire
dejada encendida por las noches
para atrapar bichos,
básicamente polillas
básicamente polillas chicas
—caímos rendidos a sus pies—
me está dando pena escribir el amor desde el placard
me está dando pena mi llaga fascinante que miran las niñas,
cuarenta y seis cabezas piojentas
cuarenta y seis corazones piojentos
en una sola sala
en una sola pata aguantando la respiración,
estoy creciendo amontonado,
en esta insistencia se destrozan los besos que vendrían,
para qué decir los coitos
reducidos a punteos,

quisiera retirar la bolsa plástica de la cabeza
retirar la cabeza del cuerpo
retirar todo vestigio de esta desgracia
porque yo sigo llorando en la roba bordada con nombre y curso
porque yo sigo escribiendo en el lápiz marcado con nombre y curso

porque
por triste que sea
nuestro destino tiene nombre y curso.

Algo rural por imposible. Viterbo Sepúlveda, Composición, 1958.

Latin-night

Te traje un día a mi ciudad que está en la esquina
a ver los monos verdes bailando cumbia,
te dije que el blanco por la cordillera
que el azul por el cielo
y el rojo por la boquita por el ano
varias noches hasta por la oreja
y bailamos la noche latina con las patitas rajando el Infierno
y bailamos la noche latina con pistolas y pastillas
y bailamos la noche latina contagiando el ritmo y el cólera
para terminar como los perros flaquitos de la canción española
que no se baila,
la diarrea como arroz
y después la campaña nacional de recocer los mariscos
y el boom económico de los Noventa
y lo felices que estábamos
tirando casas por las ventanas,
y tú llevabas el ritmo con el pie juanete tras juanete
y eras el video de Jennifer López
y bailamos la noche latina con la nariz y la vagina empolvada
y bailamos la noche latina cheek to cheek
la noche latina perestroika
la noche latina calor de estufa kerosene,
mirándonos las caritas cirróticas
adolescentes de todo.

Fotos de chico

a Héctor Hernández

Cabía adentro de una caja de fósforos con fósforos cabía en los rincones de las arañas cabía en la lonchera verde de he-man cabía en la lonchera rosada de she-ra, era un remolino pero de pelos, era un tiburón muerto y guagüita. Dónde estabas tú como desangrándote dónde estabas tú como desangrándote, tú estabas en el hospital ese tú estabas en el hospital ese después que te atropellaron la noche que eras más de papel y yo no te conocía todavía ni tú me viste en el jardín infantil que se llamaba conejos y que tenía pintada una blanca nieves horrorosa y que después se llamaba peter pan y tenía pintado un peter pan horroroso. Mira mis fotos de chico ahora que ya vi las tuyas: uno tiene la misma cara transparente como una medusa podrida en la arena esa vez que el mar tiró tantas medusas y estábamos veraneando, un peter pan horroroso me acuerdo, y uno se meaba y era sexual
el pichi raspa los muslos
como más tarde los raspará el amor.

La pastilla

Quiere que la pastilla me alivie
quiere que la pastilla me quiera,
no quiero pastilla, no quiero cariño na nai.
Ayer saqué una moneda de a cien por la reja del alcantarillado,
con mi lengua la saqué,
anduve comprando dulces en las ferreterías,
sudé y sudé por mi destino
y ahora estoy hedionda
inflamada,
quiere que la pastilla me alivie
yo veo el polvo del roce
y decido llorar a solas y a tientas.

Aceite de avión

a las travestis pobres en el rico Buenos Aires

Como no alcanzaba para más se inyectaban aceite de avión en el alma chueca, las tetas les colgaban hasta el Infierno, querían salvarlas con cinta adhesiva, les daban forma con cinta adhesiva, teta por teta, nalga por nalga, querían envenenarse e ir quedando
Bellas
Italianas
Brillosas
Amadoras
Lindas en la esquina
Equinas
Rucias
Doradas como el oro plástico de las peluquerías villeras.
Se echaban aceite de avión en las nalgas y corrían y corrían levantando la cabeza, escondiendo el bulto como subiendo las ruedas, el despegue y el accidente, toda la noche el despegue y el accidente y así toda la vida, el cáncer y la infección, gritando el corazón mía, la corazón, a ma carazán, palpitando rabioso, el palpito rabiosa desde el lado más travestido de este gigantesco aeroparque.

El pogo

Me gustaría que este pogo fuese agujereando el suelo de este viernes.
Los machos cuando se dan golpecitos
se están dando cariños inmensos,
repito:
esta pequeña violencia
es su gran amor.

Los desnutridos

Nos hicimos colillas después de la fumada,
despertamos en un rinconcito
al final de la fiesta.

Y vimos a los príncipes azules casarse
con las princesas azules.

Y nos quedamos botados con nuestra sangre roja
a borbotones
por los nuevos parques
por las nuevas organizaciones
por todo el rededor del cordón Av. Américo Vespucio.

Un pajarito chilla,
ninguna Moneda es blanca,
véanse hermanos
cómo nos ha pasado un aluvión por el pecho
cómo nos han tocado los pechos y dicho otros nombres en las orejas.

Un hada madrina clava su punta de estrella solitaria
en nuestras cabezas, que es una misma masa piojosa,
ninguno de nosotros podrá huir a Barcelona.

Los mapuchitos traen flores
andan tejiendo coronas,
nadie quiere comprar votos para ese reinado.

Parece que hay que irse
que ya están pasando las micros nuevas
los trenes nuevos
los autos nuevos,
parece que era sin desayuno,
parece que de nada sirve la leche ahora,
parece que ya nos quedamos chicos.

La larga terrosidad de una mirada. José Samith, Dualidad, 1965.

***
Pablo Paredes (1982)
es un poeta, dramaturgo y político chileno. Estudió comunicación publicitaria en la Universidad de Santiago y comunicación política en la Universidad de Chile. Ha trabajado como guionista y actualmente dirige la Secretaría de Comunicación del gobierno nacional de su país, en el gabinete del presidente Gabriel Boric.

Todas las obras pictóricas que acompañan esta entrada fueron tomadas del acervo digital del Museo de Arte Contemporáneo de Chile.

La que funciona como imagen principal es de Dino di Rosa, fechada en 1971, sin título.

Tags:

Deja un comentario