por Yadir Pérez Trejo
La primera lectura de tabaquería de la que se tiene registro ocurrió en 1865, en la fábrica habanera de tabacos El Fígaro. Seis meses después, las autoridades virreinales y los dueños de las fábricas silenciaron la lectura, motivados por el temor a la difusión de los ideales independentistas y la conveniencia patronal de tener obreros ignorantes.
Pero hacia 1880 el oficio resurgió y se consolidó. Desde el siglo XIX el lector de tabaquería lee en voz alta a sus compañeros mientras trabajan y les brinda esparcimiento e instrucción. Ellos se concentran en la escucha mientras la lectura se vuelve regocijo, volcados sobre la fina hoja que sus manos forjan en la vitola que algún fumador hará aroma. Al terminar la jornada (o la lectura), si les ha gustado el texto, los oyentes golpean sus mesas de trabajo con el mango de sus chavetas; en caso contrario, las arrojarán al piso.
Casi a final del siglo, para sortear los riesgos de la guerra de independencia (1895), los patrones trasladaron sus fábricas al sur de la Florida, pero los trabajadores cubanos de Tampa y Cayo Hueso golpearon sus mesas aplaudiendo los discursos de José Martí y fueron un baluarte para la revolución, haciendo de su trabajo exhortación patriótica.
De vuelta al archipiélago, en tiempos de la república, la lectura y los lectores sufrieron nuevas golpizas, censuras y mordazas; los dueños de las fábricas de habanos siempre buscaron —y a veces lograron— imponer la ignorancia a sus obreros y controlar las lecturas que se harían a sus trabajadores. Predominaron, sin embargo, además de los diarios, complejos autores como Zola, Hugo, Balzac, Cervantes, Dumas y Shakespeare, y tal fue su acogida entre los trabajadores que personajes creados por aquellos, como el conde de Montecristo o Romeo y Julieta, dieron nombre a famosas marcas de cigarros.
Los lectores completos eran los más valorados por los tabaqueros, pues dominaban la lectura de obras estéticas y de textos periodísticos, que elegían mediante concursos. Hasta la década de 1960, los trabajadores aportaban parte de sus ingresos para mantener el sueldo del lector o las cuotas de tabaco que le correspondían.
Actualmente, las lecturas incluyen autores latinoamericanos y cubanos. Algunos lectores se saben de memoria pasajes de obras clásicas y modernas que deleitan, instruyen y ensanchan el mundo de los oyentes. Estas lecturas convirtieron al sector tabaquero en uno de los más avanzados del movimiento obrero cubano, cuyo protagonismo en las luchas independentistas, así como en todas las demás gestas revolucionarias cubanas, está ligado a esta práctica.
En 2012, el oficio fue nombrado patrimonio cultural de Cuba, aspirando a que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo nombre Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Sólo algunos sectores de la burguesía y los gobiernos ajenos a los pueblos han pretendido sumir en la ignorancia a la clase trabajadora y a los sectores populares, pero producto de sus luchas han sido la educación pública, gratuita, laica, obligatoria, científica y popular, así como el amor por la literatura y la cultura, puntal imprescindible de la vida digna.

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Yadir Pérez Trejo es licenciado en letras hispánicas y maestrante en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente ejerce como profesor de educación media.
Las imágenes que acompañan esta entrada fueron tomadas de las redes sociales de La Casa del Habano de Madrid, España.
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