, ,

Cada quien debería matar a su blanco interior

Breve comentario sobre Pantano, una obra de Ana Emilia Felker.

por Camilo Rodríguez

La pobreza espiritual americana es una soledad que proviene de desear las cosas equivocadas.
Pantano, Ana Emilia Felker

La idea de que Estados Unidos está fundado sobre un vacío —que también podría llamarse genocidio de los pueblos nativoamericanos— no es nueva. Tampoco lo es la crítica del consumismo, de la extracción frenética de recursos que se requiere para sostenerlo, y del desarraigo identitario que provoca en el seno de sus comunidades. Sin embargo, en libros como Pantano (Almadía, 2024), de Ana Emilia Felker, esa crítica encuentra asideros insospechados y panoramas que arrojan nuevas luces.

“Estuve en el monstruo y conocí sus entrañas”, escribe a finales del siglo XIX José Martí tras su exilio en Tampa y Nueva York. Lo mismo podría decir Felker, quien explora las diversas aristas de la blanquitud desde adentro. Su punto de partida golpea, atiza una llaga reciente: se trata de las lamentables condiciones que hicieron posible la masacre ocurrida en agosto de 2019 en un Walmart de El Paso, Texas, a manos de un tirador estadounidense impulsado por ideas de supremacismo blanco, que acabó con la vida de 23 personas y cuyo objetivo era matar a tantos mexicanos como fuera posible. Con respeto y sensibilidad, la escritora aborda el suceso desde el ángulo periodístico (entrevista, detalla y cronica), también con la franqueza desnuda de una pluma que evoca escrituras como las de Susan Sontag o Truman Capote, pero se desmarca de ellas en la medida en que documenta sus propios procesos y muestra las costuras de la investigación:

Desde que leí la noticia del mass shooting en El Paso, me obsesioné. Sigo en ese estado, porque ahí está la prueba de que este país enferma. Llevo un cuaderno con recortes para dar seguimiento al caso: primero del manifiesto del perpetrador; luego de su aprehensión, cuando se entregó a unas millas del centro comercial donde cometió la masacre; de la primera audiencia que duró menos de tres minutos y en la que se declaró inocente, mientras los abogados argumentaban que “cada historia tiene dos lados” (45)

Balacear el vacío. Una obra de Antonio Castro que formó parte de la exposición Visions of a Borderland, acerca del desierto de Chihuahua.

Felker imbrica, además, su historia personal con la blanquitud —traducción de whiteness, esa valoración desproporcionada de lo que es blanco. Hija de padre estadounidense y madre mexicana, nos introduce en los remansos de una vida familiar que atraviesa la frontera, esa herida abierta, y el conflicto identitario que implica su vínculo con los Estados Unidos, que conoce bien por sus viajes juveniles y donde realiza un doctorado a sus treintas. Cantar Wannabe de las Spice Girls con sus primas, hablar en inglés y en español desde niña, vivir la separación de sus progenitores y la mudanza de su padre a los suburbios de Houston, el pantano, refuerzan el gran símbolo de este libro: una crítica a la blanquitud (consciente de su blanquitud); una historia de inmigración privilegiada (consciente de sus privilegios) que se cuida de no usurpar el discurso de los migrantes; una crítica al Sueño Americano (consciente de su adhesión al Sueño Americano):

En su ligereza de carácter, mi papá no solo nos dejó a nosotros, sino que también abandonó su memoria. En la psique, esa novela familiar, solo hay presente, todo ocurre y vuelve a ocurrir al mismo tiempo, en el mismo viaje. El día en que mi papá se va, duermo con mi madre y despierto llorando. El día en que mi hermano se va, mi hermana despierta llorando. Vamos perdiendo a nuestras primas, a nuestro hermano y a nuestro padre conforme se van haciendo más blancos, blanqueados de tanto aislamiento suburbano, de tanto convivir con Chads y Stacys ya no hablamos el mismo idioma (30)

A lo largo de cortos capítulos y en frases onduladas o lacónicas que hipnotizan, la escritora cuestiona el impulso humano que anhela blanquearse, ascender en la escala social y adoptar un modus vivendi según el modelo europeo o estadounidense. ¿Qué pasaría si todos fuéramos blancos?, se preguntan en algún momento sus personajes. ¿Habría jerarquías, blancos sobre blancos, blancos bajo blancos? ¿Se pondrían en evidencia nuestras grietas identitarias?

Una tercera vía de Pantano la abren los perfiles, las entrevistas. La de Rudy Martínez, un militante antifascista de padres colombianos que enfrentó a los supremacistas blancos en la insurrección del capitolio de 2021, salta a la vista. Martínez se ganó la persecución de grupos neonazis de Florida al escribir en un periódico universitario que odiaba a los blancos y que cada quien debería “matar a su blanco interior”. Esa experiencia en las antípodas articula un efecto de claroscuro en el libro (por oposición a la masacre de El Paso) y pone sobre la mesa otra valiosa reflexión: cada persona tiene cierto grado de blanquitud y sería sensato preguntarse hasta qué punto es posible renunciar a ella bajo los imperantes dictámenes de hiperproductividad y mercantilismo que traza la sociedad capitalista. Quizás una renuncia definitiva sea imposible, pero la lucha implica cierta esperanza, o al menos cierto arrojo: el de enfrentar los propios límites.

En La nueva mestiza, Gloria Anzaldúa escribía a propósito de la experiencia fronteriza: “Vivir en las fronteras y en los márgenes, manteniendo intacta la identidad e integridad cambiante y múltiple, es como intentar nadar en un elemento nuevo, en un elemento alien”. Esto mismo encajaría con el proyecto de Felker, dado que transparenta los márgenes que nos permean y socava un hecho irreductible: todos usamos, en mayor o menor medida, ciertas máscaras identitarias, ciertas marcas de clase, de género, de “raza”, y tal vez nuestra única posibilidad de valentía consiste en desafiarlas, resignificarlas y subvertirlas tanto como sea posible.

Nademos, pues, en nuestro elemento alien. Y matemos a nuestro blanco interior.

Tunear a Quetzalcóatl. Francisco Delgado, El ascenso de la serpiente.

***
Camilo Rodríguez
es escritor y traductor colombiano, entusiasta de las microsiestas, las papas fritas y la meditación. Vive, ama y odia en Houston, donde estudia un doctorado en escritura creativa (sí, eso existe). Escribió Crónicas de la errancia (Hypatia, 2024) y tradujo Diario de viaje, de Michel de Montaigne; Echar raíces, de Simone Weil, y Salambó, de Gustave Flaubert, entre otros.
Instagram: @cami_loco

Todas las imágenes que acompañan esta reseña son obras artísticas en su momento exhibidas en el Museo de Arte de El Paso. La que hace de portada funcionó como cartel de la exposición «Puente libre», de Francisco Delgado.

Tags:

Deja un comentario