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Un santuario para la desobediencia en Asunción

Un diálogo con la gestora de La Chispa, recinto en resistencia en Paraguay.

Ya te he dicho que no entenderás hasta que entiendas
Augusto Roa Bastos, Yo el Supremo

por Samuel Cortés Hamdan

Paraguay es un territorio obligado a las resistencias: contra las dictaduras de José Gaspar Rodríguez de Francia y Alfredo Stroessner, contra la permanencia por décadas del Partido Colorado, hoy renovado en la presidencia por Santiago Peña, contra las guerras de exterminio y de despojo territorial.

No es casualidad, por ejemplo, que el que podría considerarse su novelista canónico, Augusto Roa Bastos, enfocara la sustancia primordial de su literatura —escrita en el exilio, además— en estudiar, criticar, caricaturizar, teatralizar, subvertir, ironizar o denunciar el autoritarismo en sus distintas fases, lastimosamente presente en toda la vida independiente del Paraguay. 

Y en esta obligación por las resistencias destaca un espacio que reivindica su derecho al ocio, a la marihuana, a los toquines cada fin de semana, a la cerveza, a la conversación en mesas desplegadas sobre la calle, a la disertación y el alimento, a la gráfica juguetona y el derecho a la memoria. 

Apenas a unos 600 metros del Palacio de López (despacho del presidente Peña —negacionista de la dictadura de Stroessner, nada más—) figura La Chispa, un nudo cultural enfrente del cual un graffiti que representa al pueblo congregado emite un mensaje claro: ANR nunca más

ANR: Asociación Nacional Republicana, el nombre oficial del Partido Colorado, la fuerza política de Stroessner y el mismo bloque que, ahora bajo la ideología y programa político del acusado de corrupción Horacio Cartes, seguirá gobernando al país por lo menos cinco años más. 

En pleno centro de Asunción, sobre la calle Estrella, con sus paredes ricas en gráfica, chistes, un Aristóteles pacheco, invitaciones a la ternura y el amor con tu chuli —ese oscuro sujeto del deseo—, los gestores de La Chispa y sus no tan anónimas audiencias multitudinarias pelean la dignidad de la protesta festiva, se empujan en pasos de slam, recuerdan que la venta de cerveza permite financiar la renovación del mobiliario o lanzan campañas en redes sociales para recaudar fondos que aseguren la subsistencia: una llama para la chispa.

La metáfora es clara. 

La memoria gráfica de una colectividad.

Ante las opresiones, las oportunidades que enciendan la desobediencia, los rituales del caos creativo contra el autoritarismo persistente, conservador, tradicionalista, familiar, bobo de discurso en insistir que el Paraguay es de familia convencional, que el siglo XXI no existe, que las dudas no se han desplazado en 200 años de independencia en un territorio sudamericano primero desafiado por el imperio español y luego por el brasileño, con la debida presión rioplatense desde la Argentina, también.

Altura desprendida conversó con Milena Coral, gestora al frente del espacio y quien se dice “agitadora” de La Chispa, metafórica y concretamente, para perspectivar las oportunidades de este recinto cultural que contrapone a un clima opresivo de peso histórico la voluntad del goce. 

Son las conspiraciones del placer.

Organícense: millones de focos divirtiéndose

La Chispa es un espacio “comunitario, cultural y autogestionado”, no duda en precisar Milena al abrir la conversación. 

“Intervenimos la calle todos los findes, Centro Cultural Autogestionado, la Cuadra Cultural de Asunción”, ejercitan la autodefinición en su canal de Instagram, con sus buenos 28 mil seguidores.

“Toma la calle, el espacio público”, avanza Milena, “como un derecho para todas las personas, a través de actividades culturales, conciertos, música, poesía. Estar en la calle es un derecho y más aún en un país como el nuestro, porque la historia de Latinoamérica tiene un peso gigante de represión, de estar escondidos, escondidas y encerrados por las dictaduras que tuvimos que atravesar”. 

Esta dinámica de quejumbre festiva, explica, se vuelve más necesaria toda vez que desde su primer día La Chispa ha enfrentado el hostigamiento de las autoridades. En su primer día de operaciones no pudo faltar ese invitado indeseado pero puntual ante la agitación social: los uniformados —“La policía sabe que es policía, sabe que tiene el poder, sabe ejercerlo, sabe que las puertas se le tienen que abrir y que al otro lado de cada puerta hay un rostro desencajado que intenta, inútilmente, reconstruir la calma”, anotó ese español exiliado en México Paco Ignacio Taibo I en su libro autobiográfico Para parar las aguas del olvido: memoria en endecasílabo—. 

Un ejemplo de las dinámicas de una sala de conciertos al aire libre. Imagen tomada del Instagram de La Chispa.

Dice Milena: “La policía llegó a amedrentarnos físicamente ahí, antes, cuando teníamos menos protección, menos peso comunitario, éramos menos. La policía se tomaba la atribución de pasar por la cuadra y tirarnos gas pimienta o cosas así”. 

La hoy gestora cultural recuerda que al Paraguay no sólo lo sigue gobernando el Partido Colorado, sino que directamente lo dirige lo que ellos llaman el stronismo, la continuidad ideológica, política y simbólica de la dictadura de Stroessner, la más prolongada de todas cuantas asolaron a Latinoamérica en el marco del llamado Plan Cóndor, ese periodo de torpedeo cruel —pedagogía del terror— contra la voluntad política de definirse en autonomía en la región, que fue decapitado mediante torturas, desapariciones, ejecuciones y detenciones arbitrarias, golpes de Estado y otras linduras articuladas por los ejércitos y policías locales en coordinación directa con los Estados Unidos: que nada se mueva en mi margen de influencia ideológica y económica (ya lo dijeron Los Prisioneros desde Chile: Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos).

Dictadura nunca más, proclaman los paraguayos de La Chispa, y sin embargo, subraya Milena, “si bien no hay militares en la calle, te persiguen de otras formas, te persiguen burocráticamente, administrativamente, utilizan absolutamente todas las herramientas que tienen a su favor para no dejarte estar en la calle”.

El hostigamiento, especifica, ahora lo ejerce la municipalidad de Asunción con criterios administrativos. A estos gestos, sin embargo, la comunidad responde con gestos solidarios y organización. 

“Esta actividad queda suspendida por la municipalidad de Asunción”, anunciaron en La Chispa alguna vez para echar abajo algún evento, recuerda Milena, “y en menos de una hora las redes sociales estallaron, un montón de mensajes, más de mil mensajes mencionando al intendente de la ciudad, reclamándole por qué, y en menos de una hora se solucionó el problema”. Que reculen los culeros.

“El ocio en nuestro país es algo que está mal visto”

En el imaginario tradicionalista paraguayo, considera Milena, se castiga el ocio y se premia el sufrimiento, el trabajo permanente, la cosecha por sacrificio. Ahí, precisamente contra esa dura piel, incide el mosquito de La Chispa: con su permanente convocatoria al baile. 

“Mi país es un país que gasta cuatro mil guaraníes, que sería la mitad de un dólar, por persona al año en salud mental. Nosotros reivindicamos el ocio, nos estamos divirtiendo en la calle”, como quien festeja el festejo, sin necesidad de sólo retratarse en la lectura de libro y el ejercicio de placeres intelectuales sin cuerpo. 

Desde 2014, hace casi una década, la calle Estrella impulsa la reunión para conversar, empujarse, jugar, comer hamburguesas veganas o comprar pulseras, que son trenzas de tela multicolor. 

Una pareja le dio el primer chispazo a La Chispa: Pachín Centurión y Malena Bareiro, que antes de desdoblar su leopardo desobediente sobre la vía pública apenas conjuntaba un puñado de curiosidades, a manera de barecito de modestos encuentros para la izquierda local. “Son militantes de la cultura y de la vida para Paraguay hace un montón de tiempo”, celebra Milena: actores de teatro, activistas políticos.

La transgresión comenzó a extenderse con las mesas sobre el pavimento: “No era algo muy común y la calle era bastante oscura, era bastante peligroso”. 

Así nomás ir tomando la calle. Fotografía tomada del Instagram de La Chispa.

Pero el azar —“la suerte es una especie de dios”, canta la Belafonte Sensacional desde México— quiso que a media cuadra de los pininos de ese bar figurara una escuela de arte, en cuyo tiradero de ejercicios plásticos Malena y Pachín conjuntaron su primera colección de decorados para La Chispa. “Ellos (los aprendices del carboncillo) vieron eso y empezaron a traer sus obras, sus tareas, eran todas tareas que no sé, que iban a tirar probablemente” y que Malena convirtió en uno de los nódulos resignificados del centro cultural. Arte emergente en busca involuntaria de su adecuado espacio alternativo.

Y entonces Milena, heredera desde 2017 de la gestión de La Chispa junto a su colega, Sebastián, invoca la lengua guaraní y habla de aquella fundadora, de aquellos cuadros inaugurales, de aquellos bosquejos nodales, y los refiere como el karakú.

Karakú en guaraní significa médula ósea, pero en un sentido más amplio significa lo más profundo, lo fundamental. La esencia”. 

Chispa para las poesías. 

“El santuario del underground”

Esa marginalidad inicial ha crecido hasta convertir a La Chispa en un referente persistido de la vida social de Asunción, que tuvo tal vez uno de sus momentos emblema con la visita del cantautor francoespañol Manu Chao, secretario general del Sindicato Internacional de Perroflautas, en 2018.

La gente, dice Milena, bautizó informalmente al espacio como el santuario del underground paraguayo. 

En el país sudamericano, apunta, no es poca cosa apuntalar a un espacio cultural que toma la calle, que ocupa la Estrella para desplegar sus mesas, sus ventas de comida y cerveza, sus conciertos al aire libre, sus espacios para la conversación, para el persistido calor a pesar de la noche.

El relevo generacional que la llevó a gestionar el espacio, dice Milena, abrió procesos de reflexión y conceptualización de lo que significaba el santuario. Los artistas internacionales contribuyeron a subrayar el reconocimiento popular del espacio, que ha derivado en 2023 en una campaña de recaudación de guaraníes —la moneda nacional— para la autogestión: solicitud abierta (“Una llama para La Chispa”) de apoyo económico en redes sociales que en cuestión de días alcanzó su meta. El fondeo se articuló ahí como una cosa seria que se permite la broma: la llama, animal icónico de la Sudamérica cultural, observaba a los interpelados para solicitarles donaciones de 30 mil guaraníes (poquito más de cuatro dólares gringos). 

La holgura con la que la llama pudo encender esta chispa habla de la consolidación del diálogo entre la comunidad y el espacio cultural.

Convocatoria gráfica durante la campaña de fondeo. Imagen tomada del Instagram del recinto cultural.

El demonio colorado

Una noche de noviembre en que pude bailar en La Chispa, un hombre, no sé si era Sebastián, fingía que tocaba una guitarra mientras cantaba una adaptación de “La del moño colorado”, referenciada ahora en la Asociación Nacional Republicana.

El que fue presidente de Paraguay hasta el 15 de agosto de 2023, cuando lo sustituyó Santiago Peña, es hijo del secretario particular de Alfredo Stroessner: ambos, secretario y expresidente, se llaman Mario Abdo. De ahí —entre cualesquiera otros motivos— la ira ciudadana contra el Partido Colorado y sus pertinencias. Y de ahí, también, la necesidad de cantar desde la Estrella un verso adaptado: “el demonio colorado me trae todo el día mareado”. 

Durante nuestra conversación, a Milena le platico de nuestra experiencia como jóvenes ilusionados en el movimiento Yo Soy 132, mediante el que, con toda nuestra bobería, tratamos de impedir el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ese Partido Colorado de México, a la presidencia en 2012. Los meses del activismo fueron deliciosos, pero el día de las elecciones se impuso la maquinaria electoral del dinosaurio, que con una mano amarrada a la cintura ganó plazas que nunca fueron alcanzadas por nuestra movilización: Chihuahua, Quintana Roo, Coahuila, Veracruz, en un caso de triangulación de recursos que se iría destapando durante los años de crítica al presidente Enrique Peña Nieto. Uso el ejemplo para preguntarle a Milena cómo vivieron el contraste entre la dignidad de sus acciones y la contundencia operativa del partido tradicional, que en las elecciones del 30 de abril de 2023 triunfó cómodamente para llevar a un negacionista de la dictadura —Peña también, por cierto— al Palacio de López.

Horacio Cartes fue presidente del Paraguay y hoy es el dirigente nacional del Partido Colorado y padrino político de Santiago Peña. Imagen tomada del Facebook de la ANR.

Milena recuerda que además de su activismo en el santuario cultural tiene una escuela andada en la militancia partidista, un dinamismo que sólo ahora particularmente ha enfocado en el ámbito cultural. Este problema de la pervivencia del autoritarismo tradicional, del stronismo, repica de manera permanente en su cabeza.

“A este país le hace falta organización. La Chispa es una isla dentro de Asunción, y capaz una odisea”, encara, “le da a la ciudad algo que a la ciudad le falta, pero no es suficiente para cambiar, para romper el estatus quo”. 

Con sus fiestas, sus hermandades, el espacio cultural descompone el equilibrio mental de la ideología dominante en la conciencia de sus visitantes, insiste Milena, pero sabe también que ese placer en la espontaneidad no sustituye la organización. Las diversiones que permite La Chispa son satisfactorias válvulas de escape para un Paraguay oprimido, pero hace falta otra clase de trabajo para tumbar al Partido Colorado, “si bien nosotros sí somos una molestia gigante, porque la verdad es que no les gusta nuestra existencia porque la gente ahí puede ser lo que es libremente, sin tener que estar escondiéndose”. 

Cuarenta años atrás, ni una pizca de posibilidad

Milena ilustra la dictadura de Stroessner como el aplastamiento de facto de una posible Chispa en el pasado. Cuarenta años antes de hoy, dice, sería impensable un espacio cultural como el que se agita en el centro de Asunción, capital de un país que abandonó la dictadura militar apenas en 1989.

“Pero hoy sí, y si bien no es algo que puede destruir el status quo, porque no funciona luego así la política ni la vida, ellos no pueden destruirnos tan fácilmente porque no tienen la fuerza para combatir a la gente que está detrás”.

Ante el asedio legal, político, simbólico que padece el santuario que bendijo Manu Chao, es de la elocuencia comunitaria de donde extraen su fuerza para continuar, dice, “porque, al final, en este país uno termina pagando sus acciones colectivas individualmente”. 

Esto porque aunque cada fin de semana el espacio cultural congrega a dos mil personas, la municipalidad de Asunción ejerce un marcaje personal contra ella y Sebastián, “porque somos quienes empujamos el barco, y así es como te cansan y te ganan en este país”.

Ya se tiene bien sabido en la América Latina que el pueblo unido jamás será vencido.

La dictadura pasó, Paraguay vive en democracia, por lo que los gestores del santuario del underground no pueden ser acusados de ocupar la calle. La estrategia, dice, es otra: una ley de polución sonora es el sustento para la imputación en tres causas contra Milena y Sebastián, con lo que se enfrentan a multas caras, procesos legales, formulación de antecedentes en su contra. La organización, la base, son el resorte que resiste, contiene y los motiva a continuar. 

En ese panorama es que el recinto cultural tendrá que resistir la nueva presidencia paraguaya, a cargo de Santiago Peña, pupilo político de Horacio Cartes, exmandatario y gestor de un nuevo stronismo neoliberal, entreguista, privatizador, acusa Milena. El gobierno de Cartes fue sumamente autoritario, terrible, califica, y con Peña se vaticina lo mismo.

“Pero hoy tenemos la certeza de que tenemos una comunidad sólida”. Músicos consagrados de la escena musical paraguaya expresaron su apoyo recién tocando en La Chispa, subraya, lo que refrendó que existe esa fortaleza popular que los invita a insistir, ante el miedo de que todo no fuera sino un respaldo meramente abstracto, simbólico, moral. 

“Es algo que existe de verdad y que no va a ser fácil de borrar, no va a ser fácil de destruir”. 

Hubo un tiempo que hubo un noviembre de 2022.

“…aunque quieran apagarla…”

Paraguay es un país desesperanzado, dice Milena. 

Las opresiones obligan a la resistencia, pero esta se articula como una fuerza tan permanente como desangelada, reconoce. Sin embargo, en La Chispa hay un oasis donde la gente, los anónimos, hacen suya la jugada. Ante la amenaza de la represión, tiene la certeza de que de concretarse habrá gente haciendo muros de fortaleza.

El cansancio luego los invita a perfilar eventos más pequeños, a antojarse en nuevas sencilleces, pero los asistentes desbordan esa expectativa, remueven esa posibilidad y obligan a la magnitud, dice entre risas Milena, cansada pero satisfecha.

En La Chispa los derechos se ejercieron por valentía, nadie les regaló su fortaleza, describe, hay un espacio peleado de dignidad. 

“Ver personas que creen en eso a mí me da mucha esperanza con el futuro. La Chispa siempre va a estar ahí intentando prenderse, aunque quieran apagarla”.

Juegos para el juego al interior del recinto cultural.

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Samuel Cortés Hamdan (Guadalajara, 1988)
 
Licenciado en letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha trabajado como editor y reportero en distintos medios mexicanos e internacionales. Escribe sobre cine, lo que pasa en la calle, los reveses de la emoción y su apego a los accidentes del terreno, así como de libros que tal vez querrían su reedición. Autopublicó un libro de varia invención, Me acuerdo, de libre descarga, y empolva otro de naturaleza similar en el cajón de los inéditos, buscándole luz.
Twitter: @cilantrus

Imagen de portada: La espontánea comunidad chispera, cortesía de Milena Coral.

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